María Fidalgo Casares www.eldebate.com 31/05/2025
La Corona Española fue, a años luz de las demás, la más humanitaria de la historia con respecto a la esclavitud, una lacra social tan antigua como el hombre. Fue la primera que legisló sobre su prohibición en 1512 con las Leyes de Burgos que consideraba a todos los indígenas súbditos de la Monarquía, y por tanto, ciudadanos libres y que fueron ratificadas en 1552 con las Leyes Nuevas. También España sería el último país europeo que se manifestó contra ella, ya que en 1958 daría instrucciones sobre la vigilancia de la posible esclavitud en Sahara e Ifni.
Romanos, visigodos y portugueses
La esclavitud en España se remonta a la Antigüedad, y está documentada desde el imperio romano y monarquía visigoda. Los esclavos eran sometidos por motivos religiosos o como botín de guerra y se utilizaban para las tareas domésticas, el trabajo agrícola, minas y otras labores.
Pero sobre todo es a partir del siglo XV cuando aumenta su importancia en Europa, tras la adjudicación en el tratado de Tordesillas de las costas africanas a Portugal.
La trata de esclavos negros se convertiría en un negocio muy lucrativo que fue controlado esencialmente por Portugal, pero pronto se vieron envueltas otras naciones como Inglaterra, Holanda o Francia. En el caso español, se recuerda poco que fue el dominico Bartolomé de las Casas, paradigma para algunos historiadores de los derechos humanos, quien aconsejó que se compraran africanos como esclavos para las posesiones americanas.
Pero lo que suele omitirse también es que los europeos jamás se adentraban en el interior del continente. Hacían el negocio desde los puertos y adquirían el contingente humano a tribus negras que se dedicaban a su captura y los intercambiaban por productos manufacturados. Cuando en épocas muy recientes se originó el movimiento Black Lives Matter en que se pedía a la raza blanca que pidiera perdón por la esclavitud, curiosamente no incluía también a los propios negros que eran los que físicamente los capturaban y vendían.
Los esclavos domésticos en el siglo XVI
La península ibérica fue receptora de esclavos africanos a partir del siglo XVI sobre todo en los puertos de Cádiz y Sevilla. Su destino era América, pero algunos se quedaban en España, sobre todo como esclavos domésticos. Era un signo de lujo y riqueza el poseerlos, pero sus dueños no solo eran aristócratas, sino también artesanos y comerciantes.
En Sevilla esta presencia dejó constancia en la hermandad más antigua que procesiona hoy en la Semana Santa: la Hermandad de los Negritos. Su origen se debió al arzobispo de Sevilla Gonzalo de Mena que instituyó en los arrabales de la ciudad un asilo y una hermandad solidaria para atender a enfermos y ancianos negros.
El origen de Juan Latino
Pero no sería en Sevilla, sino en Granada cuando emerge la gran figura de Juan de Sessa, conocido como Juan Latino que fue uno de estos esclavos de ascendencia africana. Su origen hoy sigue siendo muy discutido. En un verso de su obra («Aethiopum terris venit»), afirmó haber nacido en Etiopía, aunque esta ubicación entonces denominaba al conjunto del África negra. Habría sido por tanto objeto de captura sobre 1520. Sin embargo, otras fuentes afirman que fue hijo de una esclava nacido ya en la península, en concreto en Baena, Córdoba.
Juan entra en la historia al servicio personal del nieto de uno de los militares más prestigiosos de la historia, el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba. El amo de Juan Latino fue el duque de Sessa y conde de Cabra y compartía nombre con su glorioso abuelo. Dada la cercanía de las edades de ambos, Juan y Gonzalo fueron también compañeros de juegos y pronto se demostró que amigos muy queridos.
Baena, donde se crió Juan Latino
Este Gonzalo quedó huérfano de muy niño de padre y madre y junto a sus hermanas fue acogido por familiares de Granada. Y el esclavo Juan, algo mayor que Gonzalo, se desplazó con ellos como sirviente personal.
Una educación de élite
Gonzalo, fue recibiendo una educación de élite de acorde a su condición en diferentes disciplinas, y se cuenta que Juan no perdía comba, permaneciendo en las clases siempre a su lado. Y cuando entró en la Universidad también le acompañó. Aunque allí tenía prohibida la entrada en las aulas, se quedaba fuera oyendo y aprendiendo y aprehendiendo todo lo que podía.

Iglesia de San Roque
Y en esta tesitura fue sorprendido por el catedrático De la Mota, que quedó conmovido por su afán de saber y quiso encargarse personalmente de la educación del joven de color. Gonzalo no puso ninguna objeción. Al revés, se alegró por su sirviente. Su rápido aprovechamiento despertó la admiración de todos los condiscípulos de la universidad y de ahí surgió el sobrenombre de Latino que sería aceptado por él como propio:
Y como le llamó por eminente
la antigua Roma a su Adriano, el griego,
la noble España me llamó Latino.
Boda insospechada y triunfo académico
Pero a la vez que estudiaba impartía clases particulares a los hijos de algunos nobles y de música a algunas jóvenes ya que se ha escrito que dominaba el arpa, la vihuela, los instrumentos de tecla y el canto. Así conoció a una de las mujeres granadinas más hermosas de las que se tiene constancia Ana Carleval, hija de un caballero veinticuatro (que era como se llamaban los primeros regidores cristianos de la ciudad), y que era administrador de don Gonzalo.
Ana Carleval ya estaba prometida en matrimonio, pero se enamoraron perdidamente. Un romance imposible sin visos de futuro entre un esclavo y una joven blanca y noble, pero el embarazo de ella desencadenó los acontecimientos. Y gracias a la mediación de los Fernández de Córdoba y el apoyo que dieron a Juan otorgándole la libertad, el nombre del Ducado de Sessa y una renta vitalicia, se pudo celebrar la boda entre ambos.

Juan de Austria
El dramaturgo sevillano Jiménez de Enciso compondría la obra teatral llamada Juan Latino sobre los amores con su alumna y futura esposa blanca.
Juan consiguió el permiso para iniciar su aprendizaje oficial en la Universidad en 1546 y obtuvo título de Bachiller en Filosofía. Y en 1557, el grado de licenciado tras años de trabajo, dedicación y esfuerzo alcanzando el rango de profesor y, años más tarde cuando su mentor falleció, catedrático de Gramática y Lengua Latina de la Universidad de Granada. Su talento para la didáctica hizo que sus discípulos destacaran con brillantez.
Fue entonces cuando su acérrimo enemigo literario, León Roque de Santiago, aseguró que era hijo natural de Luis Fernández de Córdoba y Zúñiga, y por tanto medio hermano de Gonzalo, algo que jamás se pudo demostrar.
Su incursión en la Literatura
Juan Latino se convirtió en uno de los latinistas más eruditos de Europa, pero no quedó ahí y se lanzó al mundo de la Literatura. En Granada había podido conocer a Juan Boscán, Garcilaso de la Vega y Juan Rufo y a su periplo educativo y su historia amorosa le sumaría otro hito: se convirtió en el primer escritor negro que vio su obra impresa en1573: Epigramas, dedicado a Juan de Austria tras la batalla de Lepanto.

El esclavo Juan Pareja retratado por Velázquez
Lepanto había sido la más alta ocasión que vieron los siglos y escribió la obra solo un año después que aconteciera. El impacto de esta nueva hazaña consolidó su reputación y dio paso a gran parte de su leyenda, a la que contribuyeron algunos de los grandes del Siglo de Oro.
Miguel de Cervantes, otro combatiente de Lepanto, quedó tan impactado que lo incluyó en el prólogo de El Quijote: «Pues al cielo no le plugo / que salieses tan ladino/ como el negro Juan Latino».
Lope de Vega, también le dedicaría unos versos: «No era tan blanco en Granada / Juan Latino, que a la hija / de un veinticuatro enseñaba; / y con ser negro y esclavo / porque era su madre esclava / del claro Duque de Sessa, / honor de España y de Italia, / vino a casarse con ella / que gramática estudiaba, / y la enseñó a conjugar / en llegando al amo, amas».
Leal a su Rey y a los Fernández de Córdoba
Latino había podido conocer a don Juan de Austria en Granada cuando éste, hermano bastardo del monarca Felipe II ostentó el mando para someter la rebelión de los moriscos en las Alpujarras. Un conflicto civil en el que Latino se posicionó con firmeza junto a los Fernández de Córdoba por el bando del rey, siendo «uno más entre los castellanos y un verdadero cristiano para todos los que lo conocieron».
También, como homenaje a la familia que tanto le había apoyado escribió una sentida elegía a Gonzalo Fernández de Córdoba en la que le llamaba hermano y le agradecía lo mucho que le debía: ser un hombre libre y culto.
Una deuda del patrimonio granadino
Pero el patrimonio español debe más a latino. Felipe II había ordenado el traslado de los cuerpos de sus antepasados que yacían enterrados en Granada al Escorial. Para la ciudad califal esta orden tuvo un gran impacto emocional.

El actor Emilio Buale representando a Juan Latino
Los Reyes Católicos habían sido quienes los había liberado de la presencia islámica y su magnificente sepulcro brillaba en la Capilla Real de la catedral en su homenaje y recuerdo. Las autoridades civiles y eclesiásticas de Granada consideraron entonces que Latino era el interlocutor perfecto para conseguir que el rey se retractara, lo que deja vislumbrar el gran estatus que Latino había adquirido.
Juan decidió que pondría su talento al servicio del objetivo: sus composiciones poéticas y dedicó al monarca un conjunto de poemas laudatorios.
La temática elegida fue la propia figura del monarca, su dinastía y sus familiares allí enterrados. Y en ellas describía a Granada como «la madre que siempre acoge y protege a los suyos, la cual respira aliviada y contenta cuando tiene a los suyos en su regazo». Y una vez medio embaucado el rey, Latino disparó con el mejor argumento: sus bisabuelos habían dejado por escrito que deseaban descansar en la capital del antiguo reino nazarí.
El reto fue superado y Felipe II ordenaría trasladar los restos de su madre, su primera mujer y sus dos hermanos Fernando y Juan, pero permitió que los Reyes Católicos se quedasen en Granada.
Una vida de reconocimientos
Juan tuvo una vida reconocida y feliz y estuvo ejerciendo hasta que se quedó ciego y tuvo que abandonar la cátedra ya siendo octogenario. Recibió la visita de san Juan de la Cruz y fue considerado siempre un hombre sabio y prudente. Falleció anciano respetado y admirado por una sociedad que nunca vio en el color de su piel un obstáculo y sería enterrado en la iglesia mudéjar de Santa Ana en el mismo lugar donde se enterrarían su mujer y sus cuatro hijos mulatos.
Toda la trayectoria de Juan Latino es tan novelesca que parece más la de un héroe de ficción que la de un esclavo. Fue la primera persona negra que recibió estudios universitarios en Europa y que alcanzó una cátedra; fue la primera persona de esta raza que publicó un libro en imprenta y también el primero en escribir una obra en latín. Se casó con una mujer de la nobleza y fue un referente cultural cuya obra literaria lo incluye en la nómina de poetas del Renacimiento europeo en frase de Fra Molinero. Los expertos también opinan que si hubiera escrito en castellano en lugar de latín su obra habría sido estudiada junto a la de los literatos del Siglo de Oro español, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora….

El actor Emilio Buale como Juan Latino
A pesar de todos sus logros, de su lealtad a la Corona de España, de su relevancia histórica y de su leyenda, a Juan Latino poco se le recuerda como a otros afroespañoles, que desarrollaron su vida sin importar su raza.
Se ha escrito que comprendió desde pequeño que el saber era el único medio para conseguir tanto su liberación como su ascensión en una sociedad estamental y a ello se aferró para alcanzar ambas metas. Es cierto, pero también lo es que eso solo pudo ser posible de forma excepcional en pleno siglo XVI porque sucedió en España y con una Corona, los Austrias, que no discriminaba por el color de la piel y cuyas pioneras leyes humanitarias no tuvieron parangón en el mundo de su tiempo.
FUENTE: www.eldebate.com