Mercedes Marqués | Oviedo www.lne.es 20/01/2006
El investigador Carlos Sánchez-Montaña sostiene que la cruz que mandó construir Alfonso II guarda el tesoro romano procedente de Lucus Augusti.
La influencia de la arquitectura romana en las construcciones levantadas durante el Medievo en el noroeste peninsular no alberga duda alguna para la mayoría de los estudiosos. Las investigaciones de los últimos años han ido evidenciando esa prolongación cultural que se aprecia en el estilo de las construcciones prerrománicas y que poco a poco se evidencia con nuevas conclusiones.
La última es la que alcanza el arquitecto gallego Carlos Sánchez-Montaña, quien tras años de indagación en la historia de Lucus Augusti (Lugo) cree estar en condiciones de afirmar que las joyas que la Cruz de los Ángeles conserva en su reverso formaron parte de un tesoro de origen romano que seguramente se encontraba en Galicia en la época alto imperial y que perteneció al emperador Octavio Augusto.
Basa su hipótesis en el análisis detallado del camafeo y los siete entalles que aparecen en la parte posterior de la cruz. Una de estas piezas -la que considera la joya más destacada del tesoro de Augusto- es un sello que desde antiguo supuso todo un enigma en la historia del Principado y que se encuentra encastrado en la parte superior del reverso de la Cruz de los Ángeles. Sostiene Carlos Sánchez-Montaña que el sello fue utilizado por el emperador romano para la firma de documentos imperiales en todo el noroeste peninsular. También pudo ser utilizado para sellar la «inmunitas» que se otorgaba a los peregrinos visitantes de la ciudad sagrada de Lucus Augusti.
Las razones que argumenta para considerar que esta pieza perteneció al emperador Augusto las sustenta en las imágenes que contiene el sello, que responden a la simbología representativa del emperador. Contiene el signo zodiacal de Capricornio con cola de tritón, con la esfera universal en la mano derecha y un cetro o bastón en la mano izquierda. «Estas imágenes simbólicas pertenecían únicamente al primer emperador de Roma, Octavio Augusto, y sólo fueron utilizadas por él».
La Cruz de los Ángeles, realizada por encargo del rey Alfonso II el Casto y terminada en el año 808, es la joya de orfebrería más antigua que se conserva en Asturias. Depositada en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, está adornada con piedras preciosas en el anverso, y en el reverso luce una inscripción dedicatoria, además del camafeo -desaparecido durante el robo de 1977- y siete entalles de época imperial romana, entre los que se encuentra el sello. Otra de las piezas representa a Eneas saliendo de la muralla de Troya, lo que el investigador también encuentra significativo por cuanto Augusto se hacía llamar el nuevo Eneas.
A juicio de Sánchez-Montaña, Alfonso II, al igual que el rey franco Carlomagno, se autoproclamó como el nuevo príncipe, título que perteneció a Augusto en la Roma imperial, y el símbolo de su autoridad se lo confiere el tesoro de Augusto, su sello y sus joyas, que Alfonso II hace incrustar en la parte posterior de la cruz.
El tesoro del emperador debió permanecer durante muchos siglos en Lucus Augusti, ciudad a la que debió de estar vinculado desde su fundación. Para explicar su llegada a Oviedo hay que conocer que el Reino de Asturias se extendió ya desde tiempos del rey Fruela hasta la desembocadura del Miño. Además las tierras lucenses no eran ajenas a Alfonso II, que paso muchos años de su vida hasta su coronación como rey en el monasterio de Samos (Lugo). La leyenda cuenta que el rey asturiano rescató el tesoro de Augusto tras ser incautado por las tropas sarracenas en una de sus incursiones en Galicia.