J. Ors | Madrid www.larazon.es 23/06/2013
El arqueólogo ha recuperado en un libro la figura del ilustrado Carlos Benito González.
En la historia existen dos arqueologías diferentes, pero cuyas líneas convergen en intenciones y propósitos. La primera se encarga de los objetos desechados, de las materialidades que el hombre ha ido abandonando con indiferencia a su paso; la otra rastrea entre los diferentes estratos bibliográficos para arrebatarle al olvido la memoria de un nombre sin recuerdo, un apellido que da coordenadas a una época, una fecha, un siglo, un año. José Remesal Rodríguez, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Barcelona, ejerce las dos desde hace tiempo y ambas con idéntica pasión. Con una desvela los secretos que esconde el yacimiento arqueológico de Testaccio, una colina artificial en Italia formada por ánforas de aceite, que pone orden a la cronología romana, no tan clara cuando se viaja hasta lo más hondo de sus cavernas temporales; con la segunda ha sacado de las repisas, junto a José María Pérez Suñé, a uno de esos protagonistas de la historia que habían caído en el foso del desconocimiento: Carlos Benito González de Posada (1745-1831), un ilustrado que había explorado con éxito los campos de la epigrafía, la filología, la historia y la arqueología. Diez años de investigación ha costado recomponer el puzle vital de este colaborador de Jovellanos.
Ciencia y política
A Remesal, que está sentado en una silla, en una habitación apartada de la biblioteca de la Real Academia de Historia, la entrevista le sorprende en medio de las horas de estudio, con una pilamiento de libros a la izquierda y el estudio inmediato de un volumen que permanece abierto delante de él. «La arqueología depende de las comunidades y cada una tiene una política definida propia. Pero ahora ha decaído como centro de interés. Antes se le prestaba más atención, cuando cada región quería usar el pasado como justificación de su propio ser». Remesal es hombre prudente, que cuida el lenguaje que usa. No le gustan las declaraciones impertinentes que se salen del discurso, como si conociera el valor exacto de cada palabra y desconfiara de la utilización que se puede hacer de cada una de ellas. Pero eso no le impide decir lo que piensa. «La intervención pública en arqueología es bastante limitada», asegura, mientras recuerda los buenos tiempos de la economía, cuando los grupos arqueológicos proliferaron debido al auge del ladrillo. El rescate, el examen y la exploración de los restos que aparecían durante el proceso de construcción de urbanizaciones y casas impulsó una arqueología de urgencia que ahora con la crisis, se ha detenido.
–Tampoco van bien las carreras de Letras…
–Las humanidades están sufriendo. Se están destinando a ellas unos recursos muy pequeños…
–¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esas políticas?
Remesal intercala un silencio. Después prosigue:
–Por el control ideológico de nuestras sociedades se está menos interesado por las humanidades, porque éstas exigen reflexión y a los poderes del mundo globalizado no está por fomentarlas. Es una manera de limitar el pensamiento.
Remesal, acomodado en la silla, alejado del borde de la mesa, expone un ejemplo: «Hoy un abuelo es capaz de explicar las imágenes, los mitos. La mayoría de los jóvenes no sabe nada del imaginario cultural europeo, ni el de religión ni el mitológico. Debería existir una asignatura de religión, pero que incluyera la enseñanza de la Biblia y, también, de la mitología europea. Sin ese conocimiento no se entiende El Prado».
Remesal subraya en la conversación las contradicciones actuales del sistema educativo. Remarca cómo en España todavía no ha habido un consenso en este punto y, por eso, «los jóvenes están mal preparados»: «Por otro lado, también se ha perdido la significación del maestro. Existe poco respeto social hacia ellos. Hoy en día desde las mismas familias se cuestiona la autoridad. La consecuencia es que el maestro pierde autoestima. Se ha pretendido más que un control de calidad, un aparcamiento de niños en la escuela».
Contar el pasado
Cuando sale a relucir la universidad, subraya «los pocos recursos que se le dedica»: «La política de todos los partidos ha intentado controlar la universidad y la universidad debe ser independiente. Debe tener libertad de pensamiento». Remesal denuncia también ese proceso «endogámico» que ha perjudicado a las facultades, la idea equivocada de que «la universidad de Sevilla es para Sevilla; la de Castilla para Castilla, y el que viene de fuera es rechazado». El historiador, con una sonrisa que no esconde un punto de amargura, acaba reconociendo algo que, insiste, es obvio, pero que no deja de ser preocupante: «Si se carece de una base sólida de historia puedes deformar notablemente nuestro conocimiento sobre ella». Y asegura que hay quien pretende «contar el pasado a su manera»: «En todos los niveles, en toda España, continuamente, por activa o por pasiva, por un extremo o por el otro, hay un uso determinado de la historia por unos grupos determinados».
El detalle. Bajo el suelo de Roma
José Remesal dirige uno de los emplazamientos arqueológicos más relevantes para el conocimiento de la historia de Roma: el yacimiento de Testaccio. Es una colina artificial formada por la continua acumulación de ánforas en un mismo lugar. Lo interesante es que gran parte de esta cerámica procedía de la Bética. En estas vasijas, los romanos importaban aceite. Pero ahora los especialistas utilizan las inscripciones que aparecen en su superficie para establecer una adecuada periodización del Imperio. Su descubrimiento ha cambiado premisas económicas y sociales que antes estaban aceptadas.