Arturo Losada | A Coruña www.xornal.com 06/02/2009
El profesor se retira tras dos premios nacionales.
Jesús Ricardo Martín es profesor de Latín en Bachillerato y Secundaria y, por gusto, dirige el grupo de teatro del Instituto de Elviña desde hace 27 años, especializado en obras grecolatinas. Bajo el nombre de Sardiña, participaron en el circuito europeo de teatro clásico, ganaron dos veces consecutivos el Premio Nacional de Teatro Escolar, en 2006 y 2007. Ese mismo año, con un bagaje de 525 actuaciones y unos 250.000 espectadores, se separaron cuando el nivel de exigencia superó con mucho los objetivos de un grupo de instituto. Hoy tiene una segunda más modesta, Parrocha, que ayer interpretó Las Troyanas, de Eurípides, dentro de la Mostra de Teatro Independente de A Coruña.
¿Cómo consigue que los alumnos de la ESO se diviertan con Plauto?
No lo consigo yo, lo consigue Plauto. Él creó los tipos de la comedia universal, que aún se emplean hoy en día. La serie ‘Aquí no hay quien viva’, por ejemplo, es puro Plauto. Nadie ha consegido aún superarlo en la comedia, como nadie ha logrado hacer drama sin seguir las pautas de los griegos.
¿De dónde le viene a usted esta afición al teatro?
De los propios alumnos. Yo soy catedrático de latín, y en su día hice mi tesina sobre Plauto, desde un punto de vista filológico, pero me sirvió para conocer bien su obra. En 1981, creo recordar, su Anfitrión fue una de las lecturas obligadas de COU. Un poco en broma con los alumnos, que eran parte de un curso excelente, preparamos una representación para estudiar mejor la obra. Gustó la idea y se repitió al año siguiente. En 1983, Beatriz Martín, del Instituto de la Sardiñeira, y yo, creamos el grupo Sardiña (Sardiñeira+Elviña).
Y llegaron más lejos de lo esperado…
Actuamos en todos los teatros romanos de España, ganamos dos Premios Nacionales, llegamos a autofinanciarnos… Por eso lo dejamos.
¿No es un poco contradictorio?
El nivel de exigencia no es el mismo cuando eres un grupo de instituto que cuando eres Sardiña, esos que han ganado tantos premios, y nos vimos sobrepasados. Además, cada año hay menos alumnos, y se hacía más difícil conseguir llenar el grupo, tanto que en 2007 tuvimos que recurrir a universitarios. Y yo ya tengo 60 años, me jubilo el año que viene y no estoy para estos trotes.
¿Parrocha es menos exigente?
Sí, porque es más modesto. Ya existía antes, como la cantera de Sardiña, pero ahora ha dado el salto a ser el grupo principal del Instituto. Tienen la suerte de que pueden aprovechar todo el material dejado por Sardiña, pero son gente más joven, las coreutas de este año son de primero de la ESO, y nuestro único objetivo es sacarle partido a la función educativa del teatro.
¿Ayuda el teatro a la formación del alumnado?
Creo sinceramente que sí. Ayuda a superar complejos, enseña a hablar en público y a trabajar en equipo, mejora la memoria y la capacidad de exponer ideas ordenadamente. La gente que hace teatro tiene una gran ventaja, por ejemplo en las entrevistas de trabajo, y es una actividad muy enriquecedora para esos adolescentes acostumbrados a vivir en la república independiente de su cuarto, siempre conectados a internet y con problemas para relacionarse con los demás.
¿Dejará heredero cuando se jubile?
No. He intentado convencer a algunos de los profesores más jóvenes: «Ven conmigo un día, ves como es y luego sigues tu con el grupo», pero no he conseguido que me hagan caso. Es una actividad muy exigente, en tiempo y en esfuerzo personal, y no todo el mundo está dispuesto a sacrificarse, pero sería una pena que se perdiese la tradición y los miles que el instituto ha invertido en dotar al grupo de teatro.
En todo caso, deja usted tras de si una buena lista de profesionales salidos de Sardiña…
Si. Rocío San Claudio Santa Cruz, que hoy es restauradora, editora y sigue vinculada al teatro, o Tamara Canosa, la protagonista de Pradolongo, o el propio Ramiro Neira, organizador de la Mostra de Teatro Independiente.