El destacado clasicista británico vuelve a recurrir a su alter ego Marco Sidonio Falco para recorrer los territorios imperiales y mostrar cómo era ser un romano.
David Barreira www.elespanol.es 01/11/2022
Cuando se le pregunta a un gran experto en la Antigua Roma por un lugar fascinante para remontarse dos milenios en la historia, uno no espera que el Coliseo, por básica, sea la respuesta. Pero la argumentación de Jerry Toner, director de estudios clásicos en el Churchill College de la Universidad de Cambridge y cuya línea de investigación ha consistido en observar el mundo romano «desde abajo», en reconstruir la vida cotidiana de la gran mayoría no que formaba parte de la élite, disipa cualquier duda.
«Es un edificio icónico e impresionante, pero está construido por muchos cautivos y con las ganancias de la guerra contra los judíos, y donde miles de personas fueron ejecutadas y murieron luchando», explica a este periódico al otro lado de la pantalla, desde su despacho. «Es, en cierto modo, una metáfora del Imperio romano: si miras los restos, no puedes evitar quedar impresionado, pero al mirar más profundamente, detrás de la estructura, te das cuenta de que fue un mundo muy diferente y brutal».
Toner ha abordado la violencia, los extraños preceptos morales que gobernaron la Antigua Roma o la cultura popular en ensayos fabulosos como Infamia (Desperta Ferro, 2020) o Sesenta millones de romanos (Crítica, 2012). Ahora regresa con la continuación de uno de sus proyectos más originales y divulgativos: la serie en la que el aristócrata Marco Sidonio Falco, su alter ego, cuenta cómo era su vida en el siglo II d.C. En Guía de viaje por el Imperio romano (Crítica), emprende un grand tour por los extensos territorios de la Urbs tras perder el beneplácito del emperador.
Pregunta. ¿Por qué contar la historia de la Antigua Roma de una manera tan peculiar?
Respuesta. Porque quiero que la gente tenga una idea de cómo era ser un romano, para conocer cómo pensaban los romanos. Creo que es muy cómodo pensar que los romanos eran como nosotros, pero con togas. Son similares en algunos aspectos, pero en muchos otros muy diferentes. Falco nos proporciona una forma de entender las fuentes romanas más o menos desde su punto de vista, de que nos hablen de un modo que los historiadores no podemos. Aunque no deja de ser problemático: él adora el Imperio.
P. De la misma forma que en Cómo manejar a tus esclavos (La Esfera de los Libros, 2016) o Release Your Inner Roman, emplea un estilo muy fresco y erudito al mismo tiempo. ¿Qué le permite este tipo de libros que no puede hacer en un ensayo académico?
R. Obviamente, alcanzar una audiencia mucho más amplia. No hay mucha gente que quiera leer mis libros académicos. Además, quiero popularizar el mundo antiguo: es un periodo muy fascinante y quiero que el resto comparta esa fascinación. Muchas fuentes romanas son muy difíciles, como las inscripciones de temas legales. Aquí puedo reescribirlas de una forma que es mucho más accesible para un público moderno.
P. Falco dice que el Imperio romano no era cruel. Usted en Infamia ha mostrado todo lo contrario: un tríptico de atrocidades.
R. Los romanos no se consideraban crueles en absoluto, pero obviamente lo eran: si te rebelabas, te aplastaban. Pero entonces te dirían que los beneficios fueron cientos de años de pax romana. En el mundo preindustrial, la mayoría de estados estuvieron constantemente en lucha; mientras que alguien nacía en la Hispania o Britania del siglo II d.C., probablemente nunca viese una guerra en su vida. Es imposible decir que una cosa convierta la otra en moralmente justificable, pero desde el punto de vista romano había muchas ventajas.
P. De hecho, está esa famosa sentencia de Gibbon de que aquella época del Alto Imperio fue la más feliz y próspera de la historia…
R. En realidad, solo ha existido ese periodo en Occidente tras la II Guerra Mundial. Si retrocedemos en la historia, el siglo II sería el que escogeríamos para vivir si fuésemos romanos, aunque no necesariamente lo haría un esclavo o un judío.
P. Buena parte de su obra se ha centrado en estudiar a esa mayoría de la sociedad romana que no formaba parte de la élite. ¿Qué nos enseñan los esclavos o los pobres?
R. Una cara muy diferente del Imperio romano. Falco es un aristócrata rico que puede viajar de forma lujosa y disfrutar sus ventajas, pero esa sociedad necesitaba un montón de trabajadores esclavos para seguir funcionado. Falco, no obstante, diría que la pax romana también reportaba beneficios a la gente común, como los campesinos, mediante la estabilidad y una cierta prosperidad económica gracias al comercio. La esclavitud en la Antigua Roma no era exactamente como la angloamericana de plantaciones de cultivos capitalista. Era una mezcla de agricultura y estatus, de mostrar a tus esclavos en tu villa aunque realmente no hiciesen nada, simplemente para enseñar lo que uno se podía permitir.
P. Otra diferencia importante es que en Roma un esclavo se podía convertir en una persona libre.
R. Desde luego. No todos ellos, pero sí un número significativo. Si trabajaban duro y mostraban la actitud correcta, podían ser recompensados con la ciudadanía romana o la libertad. Así que la esclavitud permitió mucha más movilidad social. Además, no tenía un elemento racial: en Estados Unidos se sabía quiénes eran los esclavos solo con mirar a las personas, mientras que en Roma, una vez liberados, casi todos los esclavos podían desaparecer en ese gran crisol que era la población romana.
P. En Roma se daban multitud de robos al día y el orden prevalecía gracias a la violencia. ¿Cree que tendemos a idealizar el mundo clásico y nos olvidamos de este punto de vista?
R. Si nos metiéramos en una máquina del tiempo y viajásemos a Roma, estaríamos horrorizados por la jerarquía, las desigualdades, las terribles condiciones y la brutalidad ocasional. Me refiero a la violencia incluso en los tribunales de justicia, donde los esclavos eran torturados cuando testificaban. Creo que lo encontraríamos absolutamente repugnante.
P. En Infamia escribe que «a los romanos les parecería que nuestros valores y los suyos no eran muy distintos: una fe indestructible en la realización personal y el lucro». Es una tesis muy provocadora.
R. El nivel de brutalidad es probablemente superior en el mundo romano, pero creo que dirían que en Occidente simplemente externalizamos nuestra violencia. Hay una guerra de poder en Ucrania, como las que hubo en Vietnam o Afganistán. En términos de producción de ropa, por ejemplo, usamos mano de obra barata y muy pobre de otras partes del mundo. Se estima que hay más de 50 millones de personas esclavizadas en el mundo moderno —cinco veces más que en la Antigua Roma, aunque obviamente sobre una población mucho mayor—. Pero es fácil para nosotros mirar solo a nuestros propios países occidentales cómodos y ricos, y olvidar que dependemos de mucha mano de obra barata.
P. En los últimos años estamos viendo muchos estudios que señalan que emperadores como Nerón o Calígula no fueron tan malvados y que muchas de sus excentricidades fueron mera propaganda. ¿Pueden estas investigaciones provocar una suerte de blanqueamiento de la brutalidad romana?
R. Es cierto que las historias de Tácito y Suetonio pintan una imagen exagerada de sus gobiernos. Los emperadores que maltrataron al Senado, a la clase letrada, recibieron una mala historia. Nerón, en realidad, parece haber hecho muchas cosas bastante sensatas, particularmente al principio, porque era popular entre la gente. Pero esa fue una de las razones para provocar el rechazo del Senado. Es una cuestión difícil, porque creo que las historias que lees sobre ellos a menudo son exageradas y, sin embargo, si no tenemos cuidado, si tratamos de absolver a toda la Antigua Roma por sus crímenes violentos, entonces estamos yendo demasiado lejos. Incluso si Nerón no era tan malo como se ha dicho, el Imperio romano todavía es brutal.
P. Los orígenes míticos de Roma están marcados por la violencia sexual contra las mujeres. Los romanos celebraban la violación y pensaban que la mujer era inferior. Pero las investigaciones recientes han desvelado un panorama mucho más complejo. ¿Se está haciendo al fin justicia con la fémina romana?
R. ¿Justicia? Es una palabra complicada… La gente es mucho más consciente de la posición subyugada de las mujeres en lo que era una sociedad muy patriarcal, jerárquica y violenta. Las actitudes en torno a la violación eran muy diferentes a las actuales: se veía principalmente como una ofensa contra el padre o la familia ya que dañaba su posesión de la misma manera que si golpeabas al esclavo de alguien, no estabas cometiendo un crimen contra el esclavo, sino un delito contra el dueño porque dañabas esa posesión.
»Es cierto que ha habido mucho trabajo para devolver a las mujeres romanas algo de su voz. El problema, y es lo que el libro de Falco intenta mostrar, es que el tipo de evidencia que tenemos proviene casi en su totalidad de hombres ricos, blancos y de mediana edad. Siempre estamos tratando de ver las cosas de manera diferente, pero siempre terminamos teniendo que ver las cosas a través de sus ojos. Eso limita cuánto podemos saber realmente sobre lo que pensaban los esclavos o, de hecho, lo que pensaban las mujeres, porque simplemente apenas salen en las fuentes.
P. ¿Qué lecciones pueden enseñarnos los antiguos romanos?
R. Cuando Gibbon escribió su historia de la caída del Imperio romano, Gran Bretaña acababa de perder su primer imperio en Estados Unidos. Y quería aprender de la historia cómo mantener y hacer crecer un imperio. No creo que queramos aprender esas lecciones hoy en día. Debemos aprender los problemas de la jerarquía, por qué la violencia nunca va a brindar justicia social, que los intereses no deben evitar que veamos las cosas desde un punto de vista más igualitario… Así que no estoy seguro de que los antiguos romanos nos enseñen lecciones, pero tal vez nos recuerdan lo que deberíamos intentar hacer en nuestras vidas.
P. ¿Quedan muchos misterios por resolver de la Antigua Roma?
R. Hay todo tipo de cosas que no sabemos: lo que pensaban los esclavos o la gente común de los ‘malos emperadores’ como Nerón. Pero no creo que nunca vayamos a encontrar los libros perdidos de Tácito o Tito Livio. Creo que siempre podremos hacer nuevas preguntas sobre Roma y arrojar algunas respuestas interesantes para que reflexionemos, pero no puedo ver que vayamos a obtener un montón de nuevas pruebas.
P. ¿Estamos en el momento en que menos atención se presta al legado clásico, en el que solo buscamos emperadores depravados para compararlos con los políticos actuales?
R. En Reino Unido, cuando miramos la historia de la familia Julio-Claudia y la de los últimos primeros ministros, resulta muy tentador y sencillo dibujar comparaciones. Pero no creo que estemos presenciando un decaimiento en el interés. El tema está seguro, aunque es muy fácil concentrarse en los emperadores locos y, en cierto modo, perpetuar una visión ligeramente estereotipada del mundo romano cuando, en realidad, sabemos que era mucho más complicado, particularmente al mirarlo a través de sus provincias.
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