Alfonso Vázquez www.laopiniondemalaga.es 24/10/2017
La escritora y filóloga clásica Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) presenta el libro Alguien habló de nosotros, de la editorial Contraseña, el viernes 27 a las 19:30 horas en la Librería Áncora, una antología de artículos en los que reflexiona sobre asuntos de actualidad a través de los grandes autores clásicos de Grecia y Roma.
Desde pequeña le atrae el mundo de Grecia y Roma, ¿cómo explicaría esa temprana atracción?
I.V.: Tuve la inmensa suerte de que mis padres me contasen cuentos de la mitología griega cuando era una niña, antes de dormir. En esas noches infantiles, gracias a ellos, nació en mí la fascinación por los viajes mediterráneos, las islas mágicas, los peligros, el mar inmenso e hipnótico. Todavía me apasionan esas luminosas leyendas.
¿Fue una diosa, un fauno, un navegante de regreso a Ítaca lo primero en despertar su interés?
I.V.: Fueron las sirenas, esos seres marinos con rostro de mujer que seducían a los navegantes con sus peligrosas canciones y los hacían naufragar contra los arrecifes de su isla. Desde que escuché su historia, mi curiosidad despertó: ¿cómo sería ese canto irresistible? La Odisea cuenta que Ulises ideó un plan para poder escucharlas sin pagar con la vida ese maravilloso placer. Tapó los oídos de sus marinos con cera para que remasen sordos a las sirenas, mientras él escuchaba las voces fascinantes atado al mástil. Creo que todos los lectores somos un poco como Ulises: vivimos aventuras y riesgos dentro de los libros, escuchamos las voces inquietantes de la literatura, pero sabiéndonos a salvo.
Italo Calvino respondía en un célebre libro a por qué había que leer a los clásicos. ¿Se anima usted?
I.V.: Los clásicos nunca caducan; en realidad, llevan más tiempo que nadie siendo actuales. Además son nuestro contrapeso frente a la facilidad con la que hoy todo vuela y pasa. En un torbellino de modas, de tendencias y de productos de bajo coste, representan lo duradero, lo estable, las raíces. Gracias a ellos entendemos un poco mejor el mundo que nos rodea. Y, sobre todo, leerlos es un placer. Están tan vivos que nos rozan la piel y a menudo el corazón.
Ese amor por los clásicos lo ha transformado en Alguien habló de nosotros, en una mirada a los problemas del presente a través de los escritores de Grecia y Roma. ¿Los clásicos pueden iluminar nuestro camino en pleno siglo XXI?
I.V.: No creo que debamos estudiar historia o leer a los maestros del pasado creyendo ciegamente que nos darán todas las respuestas. Más bien, lo que plantean son buenas preguntas. Nos sitúan en un camino intelectual apasionante y nos ensanchan los horizontes. Es difícil entender la confusa realidad actual si ignoramos las inquietudes heredadas del pasado. Alguien habló de nosotros bucea en nuestras preocupaciones actuales, que los clásicos ya intuyeron. Deseo que el libro sirva para aproximar a lectores jóvenes y adultos al mundo clásico de forma amena, con un estilo fresco, siempre en conexión con nuestro presente. A mucha gente le consuela saber que alguien, desde otras épocas, nos susurra al oído, nos revela algunos pequeños secretos y nos sonríe.
En un artículo sobre ficciones políticas recuerda el mito de la Atlántida. ¿Qué les diría a los políticos que estos días andan tras la Tierra Prometida?
I.V.: Me parece interesante recordar que el mito de la Atlántida es la historia de un gran naufragio, de un hundimiento. Ciertas utopías provocan escalofríos porque rechazan a sus disidentes, a quienes no se sienten cómodos en su paraíso. Al final, el gran proyecto político que nos ha legado Grecia no es el imperio legendario de los atlantes, que solo fue un sueño, sino la democracia de Atenas que, como la nuestra, tenía sus detractores y sus críticos desencantados. Pero a pesar de sus ideales fallidos y sus imperfecciones, aún nos sentimos herederos de aquel esfuerzo ateniense por corregir la desigualdad social mediante la igualdad política. Una aspiración por la que seguir esforzándonos.
En otro, entra al trapo en la fama enfermiza y fugaz de las redes sociales y la televisión y resulta que es un complejo antiguo como el mundo, con nombre griego: el complejo de Eróstrato.
I.V.: Eróstrato vivió hace 25 siglos en la actual Turquía. Una noche, oculto entre las sombras, prendió fuego a un bello templo llamado Artemisio, una de las Siete Maravillas del mundo griego, y lo destruyó. Cuando capturaron a Eróstrato, declaró que había provocado el incendio para que todo el mundo recordase su nombre, para ser famoso. Es el antepasado de todos aquellos que, con tal de fabricarse una ocasión de salir en televisión o de destacar dentro de la categoría de los más vistos en YouTube, son capaces de cualquier barbaridad gratuita.
En este libro están muy presentes la crisis económica y los «claroscuros de la esperanza», que conocieron creadores como Esquilo. ¿Cómo afrontar la desesperanza y la crisis de nuestros días?
I.V.: En nuestra democracia nerviosa, para superar las crisis y el inmovilismo de la desesperanza necesitamos grandes dosis de sentido crítico, una mirada comprensiva hacia el otro y una actitud serena pero no pasiva. Creo que la clave es una educación de calidad que abra las mentes, por eso insisto siempre en que valoremos más y recompensemos mejor la labor de los profesores.
Desarme a quienes abogan por la «utilidad inmediata», con el consiguiente arrinconamiento de las Humanidades.
I.V.: Últimamente se habla mucho de educación cuando se quiere decir formación laboral, y distan mucho de ser lo mismo. La idea dominante es que la educación debe ser ante todo formación para el trabajo, es decir, adquisición de competencias técnicas. Pero esta tendencia, mucho más que aportar soluciones, nos aboca a grandes problemas. ¿Dónde queda la originalidad, el talento creativo, la capacidad de reflexionar, el sentido crítico, la ética? También las empresas y el sector financiero necesitan todo eso. Los expertos en innovación tecnológica insisten en la importancia de entrenar la creatividad. El emprendedor más admirado de las últimas décadas, Steve Jobs, dijo que solo la tecnología en matrimonio con el arte y las humanidades consigue resultados que hacen cantar nuestros corazones. Además, los avances científicos plantean problemas éticos que nos conducen al terreno de la filosofía: las nuevas posibilidades de la medicina, las modificaciones genéticas, el mundo digital, el tratamiento de datos, el cambio climático. Terrenos movedizos que reclaman reflexión y límites. Sin las Humanidades, sería más difícil pensar esta era de la incertidumbre y los dilemas constantes.
¿Qué le diría a los jóvenes que quieran estudiar Filología Clásica?
I.V.: Los estudios clásicos van a darles el conocimiento de las lenguas que construyen el pensamiento. ¿Cómo vamos a proponer y criticar sin saber leer el mundo que nos rodea? Insistiría en que tengan el valor de hacer valer su formación. Nos hacen creer que los alumnos inteligentes no deberían malgastar sus capacidades estudiando humanidades y que, en cambio, algunas licenciaturas de ciencias o tecnología responden a las necesidades del mercado laboral. Visito a menudo los institutos, he visto cómo esas ideas arrastran a chicos con buenos expedientes hacia carreras que no les gustan y crean inseguridad entre quienes, contra viento y marea, eligen el itinerario de letras o artes. La sociedad ha creado un falso antagonismo. En realidad, las Humanidades y las Ciencias se necesitan mutuamente. Todos deberíamos sentir curiosidad o, al menos, respeto por las dos culturas. Este conflicto innecesario nos quita fuerzas para afirmar lo verdaderamente importante: la defensa de la educación que nos forja como sociedad. He dedicado mi libro a esos pequeños héroes cotidianos que desde los colegios, institutos y universidades enseñan humanidades a pesar de los obstáculos y la incomprensión.
Alguien habló de nosotros
IRENE VALLEJO
EDITORIAL CONTRASEÑA
14,25 €