Verona | EFE 09/02/2009
Verona, la ciudad de Romeo y Julieta, alberga el libro más antiguo para aprender a escribir cartas de amor, un códice del siglo XII escrito por un clérigo llamado Guido.
Según publica el diario «La Repubblica», unos investigadores de la Universidad de Siena han encontrado el manuscrito en la Biblioteca Capitular de esta ciudad del norte de Italia cuando buscaban libros de retórica inéditos en archivos italianos y españoles.
El texto, llamado «Modi dictaminum», está en escrito en latín y sobre pergamino, y contiene consejos para todo tipo de cartas, entre ellas las de amor, que ocupan todo el cuarto capítulo.
Dichas recomendaciones van desde alabar la belleza de la amada comparándola con piedras preciosas hasta hacer referencia a versiones mitológicas de la pareja de enamorados, como Paris y Helena de Troya.
Se enseña de esta forma tanto la manera en que la mujer debe escribir al marido como el modo en que deben hacerlo los amantes, cómo presentarse a la amada y cómo despedirse.
El autor aconseja también figuras retóricas que indiquen la incapacidad para expresar lo que se siente, como: «cuán profundamente te amo no podría expresarlo con palabras, ni aunque todos los miembros de mi cuerpo pudieran hablar».
Despedirse con «tantos saludos como peces hay en el mar» o «como flores trae el verano», referirse a la amada diciendo que «vuestra belleza sabe», «vuestra dulzura conoce» y «ya es conocido a vuestra nobleza» o hablar de los momentos felices con expresiones como «el ánimo no soporta tanta felicidad» son otros de los consejos del manual.
Pero no todo en él es puramente platónico, sino que se alude también al amor físico: besos, abrazos y deseo. Para ilustrar sus enseñanzas, el clérigo utiliza ejemplos, como ocurre con los manuales modernos, y muchos de ellos son parte de la correspondencia de los condes de Guidi, que en aquel momento dominaban parte del actual territorio de las regiones de Toscana y Emilia-Romaña.
Una de estas epístolas podría ser, según los estudiosos, la primera carta medieval de amor de que se tiene constancia. En ella, un noble de quien sólo se conoce que su nombre empezaba por «G» escribe a su mujer, Imilde, desde la ciudad de Pisa.
Aunque el inicio de la misiva no es de un contenido especialmente romántico -«quiero que sepas que por gracia del Señor me encuentro en Pisa, que estoy bien y que he vendido toda la mercancía»-, en otras partes, G. se dirige así a su esposa: «Tu afecto, amiga mía dulcísima, sabe que por el perfume de tu amor no me negaría a escalar montes o a atravesar a nado mares, e incluso afrontar peligros de muerte».