Los libros de la italiana se han convertido en ‘best sellers’ traducidos a decenas de idiomas. El último trata de Eneas, un héroe que hubiera preferido no serlo
Iñaki Esteban www.elcorreo.com 14/08/2023
De su primer libro, ‘La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego’ vendió sólo en Italia más de 150.000 ejemplares. Andrea Marcolongo (1987) había trabajado antes para el político italiano Matteo Renzi como escritora de sus discursos, empleo que abandonó para dedicarse a mostrar lo que la cultura clásica puede aportar al presente. Su última obrase titula ‘El arte de resistir’ y trata sobre la ‘Eneida’ de Virgilio y sobre su protagonista, Eneas, un héroe que asume sus flaquezas
– Augusto le encarga a Virgilio un poema épico sobre la fundación de Roma y el poeta le entrega a un personaje vulnerable y dubitativo. ¿No es eso lo contrario de lo que se le pedía?
– A mí me parece genial que hace dos mil años una campaña política, en este caso la del emperador Augusto, se pudiera llevar a cabo con un poema de miles de versos. Entonces se llamaba a los poetas para que explicaran los procesos políticos, para que a su manera escribieran manifiestos y obras que compartieran una visión del mundo. Qué diferencia con lo que tenemos ahora.
– ¿Pero cómo hacer una campaña política convincente con un personaje con tantos problemas como Eneas?
– Era una época de transición brutal entre la república y el imperio. Eneas no es especialmente listo, no es guapo, no es un seductor. Tiene a un hijo y a su padre anciano a su cargo. Llora muchísimo. Es un ciudadano que tiene que superar una crisis política y una crisis personal al mismo tiempo. Es un personaje modélico porque muchos de nosotros tenemos que afrontar situaciones parecidas.
– ¿No es un modelo demasiado crudo o realista?
–Tenemos que aceptar nuestra vulnerabilidad y nuestras obligaciones, pero también nuestros deseos de libertad, de escapar al destino. Es un posición ambivalente que afrontamos cada día y que también humaniza la figura de Eneas. No todos somos tan inteligentes como Ulises ni tan valientes como Aquiles, los dos personajes de Homero de los que parte Virgilio. Todos dudamos sin parar.
– Eneas se parece a un prófugo que lo ha perdido todo.
– Se ha ido de su casa en Troya porque no le ha quedado otro remedio, no para buscar la gloria. Se hubiera quedado tranquilamente viviendo su vida, pero las circunstancias le obligan a reconstruir un mundo, no tanto para él, sino para su hijo, sus nietos, etc. Lo hace por obligación, por responsabilidad, por hacerse cargo de la situación. Muchas veces nos encontramos dentro de un camino de vida que nos hemos elegido, pero creemos que te estamos obligados a recorrerlo porque alguien lo ha decidido por nosotros. Eneas asume ese recorrido y sus contratiempos por sus valores morales.
– ¿Qué destacaría de la actualidad de Eneas?
– Piensa en un migrante que tiene que dejar su casa, su idioma, su cultura, para coger un barco que no sabe exactamente dónde le va a llevar y con la esperanza de poder ayudar a su familia. Es la historia de todos lo que hoy en día están cruzando el Mediterráneo. Y luego también es una historia muy interesante en la segunda parte, que trata de la integración de Eneas en su nueva realidad.
– La guerra es un tema central es las culturas griega y latina.
– La guerra sigue siendo un tema central en la literatura, que se enfrenta a la pérdida masiva de vidas humanas y reconstruye a través de las experiencias de sus personajes lo que ha podido llevar a ella y cuáles han sido sus consecuencias.
– ¿Por qué cree que los libros sobre cultura clásica, como los suyos o ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo, tienen ahora tanto éxito?
– Los clásicos son manuales de vida que han pasado el examen del paso del tiempo, de cientos o miles de años. Que nadie les tenga miedo. Combinan la sabiduría con la buena literatura. Y ahora son un remedio o un antídoto contra la superficialidad, contra esa falta de solidez que se percibe en tantas cosas.
– Sin embargo, la opinión general es que las humanidades no sirven para nada.
– Bueno, no tienen una función tan práctica como la que evidentemente tiene una cuchara. Pero sirven para pensar y para pensarnos. Me parece más que suficiente.
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