Fue la reina de la tragedia griega, estrella de Hollywood y amante desdichada de Marlon Brando, con quien mantuvo una relación secreta
Philipp Engel www.elmundo.es 14/09/2022
Si tuviésemos que sintetizar en una sola letra a la actriz griega, que ha fallecido a los 93 años, esta bien podría ser la Z, pues la recordamos especialmente por sus papeles de viuda con frondosas cejas, tan de moda hoy en día, en Zorba el griego (1964). Pero también en Z, la obra maestra de Costa Gavras (1969), ambas con banda sonora de Mikis Theodorakis. Un compositor al que la también cantante prestó su voz en un popular disco publicado por la misma época, Songs of Theodorakis. Si la película de Michael Cacoyannis protagonizada por Anthony Quinn mostraba la faz solar de Grecia, elevando el sirtaki a niveles de anuncio de yogurt, el film coral de Costa Gavras representaba el lado más oscuro de ese país, pues se rodó en Argelia como una clara alegoría de la llamada dictadura de los coroneles, que llevó a la actriz al exilio, como a la mayor parte de la clase intelectual y artística de su país.
Pero Irene Papas, nacida Irene Lekolou, fue sobre una actriz con una A mayúscula, reina absoluta del teatro griego. Aunque también protagonizó obras de Shakespeare o Ibsen, llegó a encarnar prácticamente a todas las heroínas de la tragedia griega, y de todas las maneras posibles, sobre las tablas y en la gran pantalla. Hija de un profesor de teatro griego y de una profesora de escuela, enseguida tuvo clara su vocación, estudió arte dramático y no tardó en destacar como Medea o Electra. A Medea la retomó, por ejemplo, bajo la dirección de Núria Espert durante los Juegos Olímpicos de 1992, y unos años después, en 2001, brindó una original revisión de Las troyanas, en colaboración con La Fura del Baus, el músico Vangelis y Santiago Calatrava en calidad de escenógrafo.
Con su físico mediterráneo, y un punto flamenco lorquiano (participó en adaptaciones de Yerma o Bodas de sangre), fue una de las más bellas personificaciones de la tragedia griega. Y por supuesto que la llevó al cine. Ya sea haciendo de Antígona o de la Helena de Las troyanas (1971) en una película también dirigida por Michael Cacoyannis, su director favorito, y con su buena amiga Katharine Hepburn y Vanessa Redgrave como compañeras de reparto.
Consagrada en su país, esta viajera incansable que vivió por casi todas las grandes ciudades del mundo, se dio a conocer internacionalmente cuando aterrizó en el Festival de Cannes en 1952 con una película de Frixos Iliadis (Nekri politeia, 1951) y empezó a dejarse cortejar ante la mirada de los reporteros por el infatigable príncipe Aly Khan. Eso antes de que este se decantara por Rita Hayworth o por cualquiera de la veintena de estrellas de Hollywood que merecieron su millonaria atención. Ella misma también pudo considerarse como toda una estrella de Hollywood gracias al éxito de Los cañones de Navarone (1961), aquella estupenda aventura bélica con sabor mediterráneo. Le tocó ser la sufrida Catalina de Aragón frente a un Enrique VIII encarnado por Richard Burton en Ana de los mil días (1969), llegó a trabajar con Francis Ford Coppola en una versión televisiva de La odisea, y hasta participó, junto a Penélope Cruz, en La mandolina del Capitán Corelli (2001), una película sobre la que hasta el propio Nicolas Cage llega a hacer chistes. Antes de codirigir, en 2004, su propia versión del Hécuba de Eurípides -única ocasión en la que se colocó detrás de la cámara-, se despidió a lo grande del cine con Una película hablada (2003), del maestro Manoel de Oliveira.
Conocida y respetada en todo el mundo, fue sin embargo un corazón solitario. Sólo se casó dos veces, una media baja para una diva de su calado. A los 17 años con Alkis Papas, que apenas tuvo tiempo de prestarle el apellido, pues no llegaron al lustro. Siguió el productor José Kohn con quien la unión fue todavía más breve, puesto que el matrimonio quedó anulado. A la muerte de Marlon Brando, en 2004, una Irene Papas ya retirada del mundo de la farándula confesó que este había sido «el gran amor de su vida», y eso sin necesidad de protagonizar ninguna película juntos. Se conocieron en la Italia de 1954, y la relación que sólo cabe imaginar como extremadamente pasional, se mantuvo siempre en el más absoluto de los secretos. Una tragedia.
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