Esteban Bérchez Castaño SEEC Valencia y Castellón 27/09/2012
El estudio del latín y del griego se ha justificado muchas veces por su probada capacidad para facilitar el aprendizaje de otras lenguas y porque el latín y el griego siguen de alguna forma vivos aún en nuestra lengua, de manera que conocerlos es conocer mejor y más profundamente nuestras propias lenguas.
En efecto, más de la mitad del vocabulario de, por ejemplo, el inglés —por no citar las lenguas romances— proviene del latín y del griego, y muchas categorías gramaticales —como el género neutro, los casos o el genitivo sajón— son más comprensibles si se tiene conocimiento de las lenguas clásicas por antonomasia. Entendemos mejor nuestras propias lenguas europeas si hemos aprendido que los sufijos –itis (renitis) y –algia (cefalalgia) designan inflamación y dolor respectivamente, que “recordar” significa literalmente “volver al corazón”, que “cosmético” es lo que se usa para poner orden en la cara (del griego kósmos, que significa, en una de sus acepciones, “orden”) o que “educar” significa “sacar adelante”. Asimismo, todo aquel que busca trabajo entrega su curriculum vitae; en las series policíacas se habla del rigor mortis del cadáver y del modus operandi del asesino; cuando uno quiere relajarse, acude al SPA, que no es otra cosa que “Salud Por medio del Agua” (salus per aquam); y es muy frecuente oír que un futbolista ha marcado un gol in extremis. Sin duda alguna, estos serían ya argumentos de peso para considerar cuando menos útil estudiar griego y latín. No obstante, me atrevería a decir que no son en absoluto las ventajas más importantes, pues son argumentos que supeditan el estudio de estas lenguas a otros fines y no destacan su valor por sí mismas.
La esencia de la educación debe ser una formación integral y una cultura general que permitan al alumno desarrollarse mejor como persona y, en un futuro, desenvolverse en la vida. ¿Por qué, si no, se estudian tantas materias en la ESO y, sobre todo, en el Bachillerato, en la fase formativa que debe alumbrar la vocación del estudiante? ¿Acaso todo lo que aprendemos lo aplicamos específicamente en nuestro día a día? Personalmente debo reconocer que no recuerdo ya para qué sirve una raíz cuadrada ni la tabla periódica; sin embargo, no reniego en absoluto de los conocimientos de matemáticas o de física y química que adquirí durante más de diez años, y ni mucho menos se me ocurre proclamar a los cuatro vientos que esas asignaturas no valen para nada porque no hayan tenido posteriormente presencia alguna en el ejercicio de mi trayectoria profesional. ¿Por qué, en cambio, los profesores de Griego y Latín tenemos que estar oyendo continuamente, incluso de boca de colegas, que nuestras materias no valen para nada? El físico Isaac Newton, considerando unánimemente como uno de los más grandes talentos científicos de la historia, escribió sus obras en latín, y no parece que sus extensos conocimientos de las lenguas clásicas mermaran en algo su potencial científico e investigador. Más bien, lo contrario.
Muchos conocimientos sirven para estructurar el pensamiento y ennoblecer el carácter. ¿Cómo no iban a ser útiles el griego y el latín, si en esas lenguas se compusieron las primeras obras de la literatura occidental, las que son la base de toda la posterior literatura occidental; si en esas lenguas se habló por primera vez de democracia, se discutió de libertad e igualdad, se establecieron las bases del derecho que ahora poseemos, se pusieron nombres a las distintas especies animales y vegetales y se dieron respuesta a muchas de las cosas que han preocupado a la humanidad?
Vivimos en una sociedad obsesionada con el utilitarismo y con la obtención de beneficios a corto plazo, y obviamente no critico ni lo útil ni lo beneficioso, pero la utilidad no debe medirse por la inmediatez de los resultados, sino por la durabilidad de estos resultados y por la fortaleza de los conocimientos adquiridos. Lo verdaderamente importante es ser capaces de aplicar a la vida, no sólo en lo académico o profesional, todo lo aprendido en la escuela, para así tener una mente crítica y juiciosa, capaz de discernir lo justo de lo injusto, lo cívico de lo incívico, lo bueno de lo malo, lo útil de lo inútil. Por otra parte, los profesores de Griego y Latín, conscientes de la necesidad de adaptarnos a los tiempos, no nos quedamos atrás en las denominadas nuevas tecnologías y, por ello, son cada vez más las páginas web dedicadas al Mundo Antiguo, los blogs e, incluso, las asociaciones, como la Sociedad Española de Estudios Clásicos, con más de 6.000 socios, que utilizan facebook y twitter como foro de debate y de difusión de la cultura y lenguas clásicas.
Afortunadamente en países cuyos índices en resultados educativos son claramente superiores a los nuestros, el debate sobre la utilidad del griego y del latín ni siquiera se plantea. Elocuente ejemplo de ello lo tuve hace unas semanas en la XXXII edición del Certamen Ciceroniano de Arpino (Italia), el concurso de latín más importante del mundo, al que acudieron 291 alumnos de 17 países distintos ¡Cuál fue mi sorpresa cuando hablando con distintos profesores y alumnos —con algunos de ellos en latín, a veces la única forma de comunicarse— me entero de que en Bélgica se puede llegar a estudiar en el instituto seis años de latín, cinco en Alemania, Bulgaria, Hungría e Inglaterra, y siete en Italia! Para quienes no lo sepan, aquí en España, hoy por hoy, los alumnos pueden estudiar como mucho tres cursos de Latín y dos de griego, y sólo los que deciden escoger las ramas de Artes y Humanidades o Ciencias Sociales y Jurídicas. Se me ocurrió preguntar a una chica alemana de 17 años, que estaba en el concurso y que quería estudiar Medicina o Veterinaria, por qué había estudiado tantos años de latín y de griego (cinco y cuatro respectivamente), y ella, con cara de estupor, me contestó que no entendía muy bien la pregunta: “¿No era acaso lógico?”, me espetó. ¡Ah! El chico que ganó el concurso, también alemán, quiere estudiar… ¡Matemáticas!
A tenor de lo dicho hasta ahora, y dada la crisis que la Educación está sufriendo actualmente, no debería ser difícil justificar la importancia de ofertar Griego y Latín en todos los centros educativos —digo todos porque en alguno no se ofertan— e, incluso, de constituirlos como asignaturas obligatorias (como hace diez años) para todos los estudiantes, aunque fuera sólo durante un curso, pues de otra forma los jóvenes es muy difícil que puedan en algún momento de sus vidas iniciar el aprendizaje de estas lenguas por sí mismos. Como vemos, incluso desde una perspectiva meramente utilitarista, el estudio del latín y del griego resulta de provecho para la física, para la medicina o para las matemáticas… “Somos hijos de la civilización latina y nietos de la griega”, dice Ricardo Moreno Castillo de los clásicos, profesor, por cierto… de matemáticas, “depositarios por tanto de un inmenso tesoro de sabiduría y pensamiento que debemos conservar, porque sin él nunca entenderemos el presente. Y el valor de este saber es perenne, por mucho que evolucionen los tiempos, y tenemos la obligación de transmitirlo, como nos lo han transmitido todos los que antes de nosotros han amado la belleza, el pensamiento y la ciencia”.
Esteban Bérchez Castaño
Presidente de la Delegación de Valencia y Castellón de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC)
FUENTE: http://seecvalc.blogspot.com.es/2012/09/griego-y-latin-por-que.html
(Artículo publicado en el periódico LAS PROVINCIAS el 31 de agosto de 2012)