Natividad Pulido | Roma www.abc.es 13/10/2009
La relación de Gerardo Rueda con Italia fue siempre muy apasionada, desde que en 1960 expusiera en la Bienal de Venecia. Siempre se había interesado por el arte clásico, especialmente por los maestros renacentistas. Entre sus «flechazos artísticos», Piero della Francesca, Fra Angelico, Bellini… Coleccionó antigüedades, expuso en galerías de Nápoles, Verona y Florencia; viajó muchas veces a la Ciudad Eterna… Trece años después de su muerte regresa a Roma con una exposición en un lugar de la ciudad que respira historia por todos sus rincones: los Mercados de Trajano, del siglo II d. C., redescubiertos en los años treinta. Este espacio ha sido centro administrativo, convento, cuartel, residencia de nobles, ciudadela fotificada… y ahora museo.
Alberga hoy los Museos de los Foros Imperiales, que dependen del Ayuntamiento de Roma. Por sus salas han pasado ya escultores de la talla de Richard Serra o Anthony Caro. Y ahora toma el relevo Gerardo Rueda. El proyecto original (seis piezas) fue creciendo hasta llegar a las 32 que forman la exposición. Finalmente, se ha quedado fuera una selección de obra sobre papel, que incluso había viajado a Roma, porque no está permitido colgar nada sobre estas milenarias paredes.
Tres comisarias
Hasta tres mujeres comparten el comisariado. Por un lado, Lucrezia Ungaro, directora del Museo de los Foros Imperiales. Afirma que las esculturas de Rueda «parecen elegidas y deseadas por este lugar. Gerardo dialoga con el espacio y la ciudad dejando aquí la huella intangible de su creatividad». Por otro, Consuelo Ciscar, directora del IVAM, museo que ha cedido para la muestra 14 piezas. «El Foro Trajano -dice- es el escenario donde se muestra la expresión más pura de Gerardo Rueda al permitir que la obra se inserte en la ciudad estableciendo relaciones entre los planos y el vacío, la luz y las sombras, las texturas y las líneas».
Cierra la terna Barbara Rose, crítica de arte norteamericana y gran especialista en la obra de Rueda. «Le hubiera emocionado ver su obra aquí -comenta-. Él era un artista clásico y abstracto. Espiritualmente, se relaciona con los filósofos de la Antigüedad: Séneca, los estoicos… Personas rigurosas, tranquilas. Todo lo contrario al Barroco. Roma es una ciudad barroca y Gerardo Rueda, un tónico para ella. Su espíritu es como el de Velázquez: se sabe muy poco de sus emociones y de sus pasiones».
En el atrio del museo se ha instalado la pieza de mayor envergadura, «Altamira». Las más pequeñas se han dispersado por la primera planta: entre ellas, la maqueta de las puertas del pabellón español de la Expo de Sevilla, o piezas como «Eva» y «Newton». Una lástima que se pierdan ante la poderosa arquitectura y arqueología de ese espacio. En una pequeña terraza con unas impagables vistas del Foro romano han colocado una pieza, «Galicia».
Mejor en el exterior
Pero donde mejor lucen las esculturas de Rueda es en el exterior. A lo largo de la Via Biberatica, en los vomitorios donde antaño había talleres y tabernas, lucen piezas como una «Mesa homenaje a Morandi» (en la muestra hay también homenajes a Klee o Rubinstein) y unas esculturas-arquitecturas roja y amarilla. «Ha sido la exposición más difícil de mi vida», afirma José Luis Rueda, heredero del artista y presidente de la Fundación Gerardo Rueda, quien confirma que el Ayuntamiento romano ha adquirido una pieza de Rueda (una almagra amarilla de 4 metros), que quedará instalada permanentemente en los Mercados de Trajano. No quiso desvelar su precio.
En 2000, hubo una antológica de Gerardo Rueda en el Palacio Real de Nápoles, que después itineró por Milán y Módena. Nueve años después, es su escultura la que pisa por vez primera Roma. Se lamenta de que, a pesar de que el Reina Sofía tiene 76 obras de Rueda y le ha dedicado ya dos antológicas, no haya ni una sola obra suya en la nueva reorganización del museo: «Es una atrocidad».
Entre sus próximos proyectos, una muestra de Rueda en el Pompidou dentro de dos años y la creación de un museo dedicado a él. ¿Dónde será? «Aún no se sabe, pero la llevaré donde se valore esta colección, y no económica sino intelectualmente».