Julien Claeys Bouuaert www.lalibre.be 17/01/2018

Un artículo de opinión de Julien Claeys Bouuaert, profesor de latín en la Academia Vivarium Novum en Frascati (Roma), a su regreso de Wenli, China.

Mientras que nosotros abandonamos el latín y el griego, la Universidad de Lenguas Extranjeras de Pekín se prepara para lanzar el próximo año su primera facultad de letras clásicas occidentales.

Quien lea estas líneas seguramente se sorprenderá al saber que, en un momento en que el latín y el griego desaparecen de nuestros centros de enseñanza, hay un renovado interés en China por las lenguas que han construido la civilización occidental: algunos, estoy seguro, habrían tenido curiosidad por asistir a la reunión a principios de este año entre Luigi Miraglia, fundador de la Academia Vivarium novum, cerca de Roma, y ​​el profesor Wang Caigui, fundador de la Academia Wenli, en el este de China.

Las lenguas clásicas en inmersión
A primera vista, parecen no tener nada en común: el primero es mejor conocido como promotor de un método de enseñanza de lenguas clásicas, heredado del Renacimiento, basado en su uso activo. En la Academia que éste dirige, los estudiantes sólo hablan los idiomas de Cicerón y Platón. Esta inmersión, combinada con un estudio metódico de la gramática y el vocabulario, permite en poco tiempo leer con fluidez los textos fundamentales de la literatura latina y griega, sin la necesidad de consultar diccionarios y gramáticas. De este modo, pueden mantener un rico diálogo con las grandes voces del pasado: las de Platón, Séneca o san Agustín, pero también las de Petrarca, Erasmo y Descartes. Esta Academia, que alberga de forma gratuita, a través de un sistema de becas, alrededor de cincuenta jóvenes cada año como primer paso para la creación de un gran Campus de Humanidades Clásicas, quiere restablecer el contacto con estos autores, que todavía tienen mucho que decirnos.

En cuanto al profesor Wang Caigui, uno de los fundadores del movimiento neoconfucianista contemporáneo, sus estudios lo llevaron a redescubrir los métodos pedagógicos del confucianismo. En la escuela que fundó, se insta a los niños desde una edad temprana a entrenar su memoria: estudian las lenguas clásicas y la literatura de Oriente y Occidente aprendiendo muchos fragmentos de memoria. De este modo, adquieren al crecer una herencia sobre la que ejercer en cualquier momento su juicio crítico y de la que podrán extraer las enseñanzas de aquellos que más han influido en la civilización humana. Al final de este curso, gracias a su memoria y disciplina, estudian literatura, filosofía e historia con entusiasmo y alegría contagiosas.

A este respecto, sería interesante señalar la corrección y la elegancia con la que los chinos hablan y escriben desde la infancia: ¿sería esta una forma de salir de la crisis por la que está pasando el francés en este momento?

Formación humana y moral
Lo que une a estos dos hombres es su deseo de volver a colocar la educación humana y moral en el centro de la educación. Abogan por una escuela que brinde a los jóvenes una conciencia de lo que son y sus deberes hacia los demás, compensando así el utilitarismo que sofoca nuestra educación; predican una escuela que forma el espíritu crítico del altruismo. Pero lo que une de una manera sorprendente a los confucianos con los humanistas occidentales es una palabra obsoleta y anticuada que ya nadie se atreve a pronunciar: la virtud, que, sin embargo, es el fruto del progreso filosófico milenario de cada una de estas dos civilizaciones.

Su enseñanza se basa en la literatura y la ciencia: recordemos que los fundadores de la ciencia moderna, Newton, Linneo o Gauss, impregnados de cultura clásica, escribieron en latín, y su objetivo es hacer al hombre virtuoso porque, como escribió Cicerón, la virtud es autosuficiente para llevar una vida feliz.

En un momento en que todos se plantean si es necesario preservar o no la enseñanza de lenguas antiguas, es sorprendente que tan pocos se pongan de pie para hablar de la formación moral y cultural de las generaciones más jóvenes. ¿Es necesario recordar que la palabra 'cultura' proviene de la expresión latina "cultura animi", cultivo de la mente, en comparación con un jardín del cual es necesario erradicar las malas hierbas para sembrar y cultivar con gran dificultad buenas plantas?

El signo de una civilización vacía
Si el latín hoy día se considera inútil (en el mejor de los casos, se le concede la facultad de formar la mente para razonar, lo que otras materias hacen igual de bien), ¿no es una señal de que nuestra civilización ha sido en gran parte vaciada de su médula y que solo queda un caparazón medio vacío? ¿No sería útil volver a leer el "De pace fidei" de Nicolas de Cues y los "Heptaplomeres" de Jean Bodin que abogan por un diálogo entre religiones, para ver adónde lleva el fanatismo al asistir a la muerte de Giordano Bruno, escuchar a Erasmo y Horacio culpar juntos a las guerras y el derramamiento de sangre, o los discursos de Platón sobre la justicia, la armonía de nuestro ser y nuestra sociedad, o prestar atención al diálogo interno de Petrarca, que nos anima a resolver nuestro malestar mediante un análisis de nuestra conciencia?

El próximo año, en la Universidad de Lenguas Extranjeras en Pekín surgirá una primera facultad de clásicos occidentales, gracias en parte a la contribución de la Academia Vivarium Novum. ¿Es posible que mientras tanto Europa esté cerrando las suyas? Los chinos se apresuran a aprender latín para comprender la historia de su país: de hecho, es en esta lengua en la que los misioneros europeos que vivieron allí desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII escribieron sus observaciones, decenas de miles de páginas que todavía están esperando ser estudiadas, traducidas y analizadas con atención.

Con pasión
Si hubieran podido asistir a las clases de latín y griego en la Academia Wenli durante la visita de Luigi Miraglia, habrían visto a ciento cincuenta chinos de todas las edades leer con pasión los versos de Virgilio y Homero. Pero lo que más les habría sorprendido es que el mensaje de Platón, Séneca y Pico de la Mirandola encuentra una analogía con la de los confucianos: el ser humano tiene en él dos fuerzas que chocan y debe aprender a ser digno de su nombre haciendo que su mejor parte prevalezca sobre el egoísmo.

Mientras que ellos las aprenden, nosotros abandonamos estas lenguas y parecemos avergonzarnos del mensaje que llevan. Preguntémonos entonces no sólo si se debe preservar el latín y el griego, sino también cómo y por qué enseñarlos: porque si nuestros alumnos, después de largos años de estudio, difícilmente pueden descifrar algunos textos como si fueran un rompecabezas, puede que el juego no merezca la pena. Sin embargo, la experiencia aquí presentada muestra que estas lenguas, abordadas de diferentes maneras, pueden seguir siendo una fuente indispensable para formar a nuestros jóvenes y mantener viva nuestra sociedad.

ARTÍCULO ORIGINAL: Quand les Chinois craquent pour le latin
TRADUCCIÓN:
Antonio G. Amador