www.papelenblanco.com 09/03/2013
Las palabras tienen su propio ADN, como los organismos vivos. A diferencia de los organismos vivos, las palabras no poseen largas cadenas helicoidales de cuatro letras recombinadas de todas las formas posibles (ACTG), sino pequeñas mutaciones de letras que, tirando del hilo, nos permiten ir descubriendo cómo fueron degradándose, adaptándose, reordenándose, hasta ser cómo son.
Que la cama se llame cama y la cómoda se llame cómoda, siendo más cómoda la cama que la cómoda, no nace del capricho de un bautizador real con mala leche, sino que dicha contradicción es el resultado de innumerables caprichos mutagénicos del habla cotidiana, en la que todos participamos de tal forma que incluso las palabras pueden llegar a cambiar diametralmente de significado (un buen ejemplo es el término “as”, que hoy se aplica a quien es bueno en algo, como el as del deporte, pero que antaño se aplicaba justo al torpe, pues “as” procede de asnejón. Lo mismo puede decirse del repetido “punto álgido”, que en realidad significó no hace mucho única y exclusivamente el punto más frío).
El doctor el Filología Clásica Javier del Hoyo, pues, ha concebido Etimologicón con el mismo ánimo que Watson y Crick mostraron al mundo la estructura del ADN. Y además lo ha hecho de forma amena y accesible para toda clase de lector. El título: Etimologicón.
Del Hoyo ha huido de la relación soporífera de palabras y, sin embargo, las ha unido entre sí como si tratara de escribir un relato coherente con todas ellas. (Un gran acierto de la edición de Ariel ha sido sobresaltar en color azul cada una de las palabras, así pueden localizarse fácilmente en el texto).
El propio autor señala en el prólogo de Etimologicón que su libro está dirigido a profesores, estudiantes y amigos de las lenguas clásicas, pero sobre todo fascinará a todos los amantes de la lengua y de sus curiosidades. Y tras su lectura, no puedo estar más de acuerdo. Ahora, las hebras de ADN de las palabras que uso comúnmente son más evidentes que nunca, pero sobre todo he aprendido mucho. De todo.
Las palabras se ofrecen en racimos, agrupadas en familias léxicas, a partir de una raíz, encadenadas; las hemos marcado en color azul para mejor captarlas en un golpe de vista. Sabemos que la forma en que la persona almacena el vocabulario en el cerebro es así, ligando las palabras unas a otras. Las aprendemos por familias léxicas, por sinónimos (dar-entregar), por antónimos (morir / vivir), o por palabras que se relacionan semánticamente. Aprendemos el concepto “cuchara” y la ponemos inmediatamente en relación con “cuchillo” y “tenedor”. Y a veces relacionamos ese término con otras lenguas, en que se asemeja mucho. […] En Etimologicón hemos escogido 32 raíces latinas, independientes, y cada una de ellas nos va a proporcionar entre veinticinco y ciento diez palabras presentadas con un hilo conductor.