Juan Vicente Boo | Vaticano www.abc.es 12/12/2013
Es una «pequeña Pompeya sepulcral», enterrada bajo desplomes de la colina.
La modesta tumba en tierra de Pedro de Betsaida, un pescador del lago Tiberíades, es la mejor marcada del mundo, pues se encuentra bajo la vertical de la grandiosa cúpula de Miguel Angel, visible desde toda la ciudad de Roma. Pero en realidad, la necrópolis del Vaticano se extendía por los alrededores de toda la colina, con tumbas como la de Pedro junto a la Vía Cornelia, y muchas otras junto a la Vía Triumphalis, que llevaba a la antigua ciudad etrusca de Veio.
El Vaticano abre las puertas de esta segunda necrópolis, una «pequeña Pompeya sepulcral», en palabras del arqueólogo y conservador Giandomenico Spinola, que dirigió las excavaciones y ha presentado ahora uno de los museos más fascinantes de Roma, pues se recorre por pasarelas de metal en el propio yacimiento, situado bajo el garaje del Vaticano, y se entiende perfectamente gracias a numerosas pantallas interactivas que reconstruyen el aspecto original en 3-D.
Las visitas guiadas comenzarán a partir de enero, en grupos de 25 personas, previa reserva en la página web de los Museos Vaticanos o por correo electrónico a visiteguidategruppi.musei@scv.va. Las 200 tumbas, sepultadas por sucesivos desprendimientos de tierras de la colina del Vaticano, corresponden en su mayoría a personas humildes pero hay también las de algunos libertos imperiales muy importantes.
Resulta especialmente sugestivo el altar dedicado a su hija Flora por Tiberius Claudius Optatus, un liberto de Nerón que era «tabularius a patrimoniis», es decir, archivero del patrimonio privado del emperador. Un poco más allá se encuentran las tumbas de libertos de Gaius Sallustius Crispus Passienus, segundo marido de Agripina, la madre de Nerón, quizá asesinado por su esposa, heredera de sus propiedades en torno a la colina del Vaticano que después pasaron al patrimonio imperial.
En esas tierras estaba el circo de Calígula, ampliado por Nerón, donde fue martirizado el pescador de Galilea. Los restos están debajo de la plaza de San Pedro, excepto una pieza muy visible: el obelisco egipcio que decoraba la «spina» y fue trasladado al centro de la plaza.
Las piezas que más conmueven
La visita a la necrópolis de Vía Triumphalis permite ver los sepulcros de dos artistas. El de Tiberius Claudius Thesmus, levantado por su viuda, le representa esculpiendo un busto, acompañado por su perro. El de Alcimus, siervo de Nerón y escenógrafo del Teatro de Pompeyo, le presenta también con un cincel en la mano, rodeado por sus herramientas de trabajo: un compás, una escuadra y un nivel hidráulico para comprobar la horizontalidad.
Pero los objetos que más conmueven al arqueólogo Giandomenico Spinola son los depositados en las tumbas: la muñeca de una niña, las pequeñas «lucernae» de aceite, etc. La mayoría de las tumbas tienen estrechos tubos verticales de arcilla para depositar un poco de vino, miel, leche o aceite durante las comidas que se celebraban al pie de la tumba en recuerdo del fallecido.
Los arqueólogos encontraron también un «ustrinum», una plataforma para cremación, formada por capas de arcilla y carbón, con restos de las piñas de pino utilizadas para encender el fuego. Muchas tumbas no contienen esqueletos, sino ánforas con restos de huesos calcinados. La cremación, practicada por muchos pueblos antiguos, se puso de moda en el siglo II antes de Cristo pero fue abandonada por desinterés general en el siglo II después de Cristo.
La necrópolis de Vía Triumphalis cayó en desuso en el siglo IV. Cuando el emperador Constantino construyó la primera basílica de San Pedro, medio kilómetro mas allá, la Vía Triumphalis perdió todo su interés. Poco a poco, los aluviones de fango de la colina del Vaticano la fueron sepultando. Y allí permaneció enterrada hasta hoy.
FUENTE: http://www.abc.es/cultura/20131211/abci-necropolis-vaticano-201312101826.html