Antonio Cantudo 12/09/2018
Hace exactamente 18 años comenzamos a pergeñar el Sexi Firmum Iulium aprovechando la celebración del Bimilenario de la concesión de municipio al asentamiento denominado SKS por los fenicios y los púnicos y luego Sexi por los romanos. Como por entonces nosotros llevábamos ya cinco años trabajando con el grupo de teatro nos pidieron hacer una representación, el que firma esto, atrevidamente, propuso no sólo una actuación sino la realización de un festival de teatro grecolatino juvenil siguiendo la pauta que habían marcado Segóbriga, Mérida, Itálica, Sagunto, etc… Y así el festival surgió, pero con un elemento diferenciador: en él se mezclarían los grupos no profesionales y escolares de un lado, y los profesionales, de otro. Aquel primer año llegó el Edipo Rey de Teatro Corsario, que aún recordamos. Y aún continuamos en la misma línea.
Dieciocho años después hemos cumplido la mayoría de edad y hemos sido capaces de poner en pie diez ediciones. La que ha concluido en estos días ha sido la más larga en duración, cinco noches, y probablemente la más completa por el impresionante nivel de los grupos que han intervenido, por la selección de las obras representadas, por la variedad de estilos y por ese maravilloso broche de oro que puso Fedra, encabezada por Lolita Flores, con un increíble despliegue técnico que asombró al público asistente.
El Festival de teatro grecolatino de Almuñécar se consolida porque por sus asientos en estos cinco días han pasado más de 2.000 espectadores. Sólo había que ver sus caras a la salida para comprobar que el espectáculo había conseguido su propósito y que se marchaban a casa agradecidos por haber podido contemplar una representación que, de no existir este festival, sería muy difícil que eso hubiera ocurrido en nuestra localidad.
El salto que supuso para el festival la utilización del acueducto romano de la Carrera hace ya seis ediciones no ha hecho sino mejorar las espectativas puesto que edición a edición hemos aprendido a sacar el mayor rendimiento al recinto con las muchas mejoras que se han hecho y escuchando las sugerencias que los espectadores y los grupos participantes nos han ido haciendo cada año.
Ahora el festival está en su mejor momento. Cuenta con un bagaje más que suficiente para hacerse notar en el panorama cultural granadino y andaluz. Sólo el festival que se realiza en el castillo de Niebla en Huelva y los que organiza la Junta en los escenarios de Itálica, Baelo Claudia y Málaga se le pueden comparar y eso que nosotros sólo disponemos del apoyo de la concejalía de cultura del ayuntamiento de Almuñécar.
El atractivo del cartel de este año ha hecho que haya aparecido en numerosos medios de comuniciación (prensa, radio a nivel local, provincial y autonómico, y por supuesto en páginas web y en redes sociales). Hemos concedido entrevistas, y muchas, a todos aquellos medios que nos lo han solicitado, prueba del interés suscitado.
Por todas estas razones no queda otra cosa que ponerse a pensar en la XI edición que se nos antoja complicada porque el año que viene habrá elecciones municipales y queremos pensar que el apoyo municipal continuará porque este acontecimiento va mucho más allá de nuestra ciudad y se ha convertido en un referente cutural en el verano andaluz.
Queda dar las gracias a todos los que han hecho posible. Un equipo técnico formidable, encabezado por Roberto Joya, que consigue siempre encontrar la forma más profesional pero también la más amable de solventar todas las cuestiones de esa índole. El mejor ejemplo es el traslado relámpago que se tuvo que hacer la última noche del festival desde el acueducto a la Casa de la Cultura por cuestiones metereológicas, consiguiendo que el resultado fuera incluso mejor, si es que era posible.
También no podemos dejar pasar la ocasión para hablar de la inmensa labor de gestión cultural que realiza Olga Ruano desde la concejalía haciendo que todo sea posible. Y no sólo este festival, sino una programación de verdadero lujo que pone a nuestra ciudad en una posición envidiable.
Y por último agradecer la respuesta del público que cada año en mayor número llena las sillas del recinto arqueológico dándole de nuevo vida, demostrando que existe un verdadero interés por el teatro, por los clásicos, por la cultura y por el patrimonio y que, al fin y al cabo, sólo había que saber despertarlo.