[El monumental fresco de Rafael sobre la Escuela de Atenas dibuja a los principales filósofos del mundo griego, desde Aristóteles y Platón hasta Epicuro (L)]
Justo Barranco (Barcelona) www.lavanguardia.com 08/06/2020
Numerosos libros recuperan el mundo clásico y sus lecciones filosóficas para la actualidad
El romanticismo alemán lo llamó el milagro griego para definir aquella cultura de la luz, de la iluminación, que fundó la civilización occidental. Un milagro que puso las bases de la filosofía, la ciencia y de una manera de ver el mundo de la que somos herederos. Un mundo en el que sus habitantes no eran en cualquier caso despreocupados hijos del sol sino que conocían bien las sombras de la existencia, su incertidumbre e inseguridad, en un periodo de guerras sucesivas.
Su filosofía intentó explicar el mundo más allá del mito, razonar los cambios que veían operarse cada día, nacer, crecer, envejecer, el paso de las estaciones, y buscar un principio único, fuera el agua, el aire o el fuego. Su ideal fue la moderación, pero se apartaron continuamente de él por su voluntad de dominación y de poder. Guerras entre las polis, revueltas en las ciudades, venalidad de muchos hombres públicos… Un mundo convulso que explicaron y para el que también desarrollaron filosofías para vivir en él. Ahora numerosas novedades y reediciones recuperan aquel universo que nos acompaña.
LAS CLAVES DE UN PUEBLO
Individualistas, competitivos, abiertos y curiosos, tenían además mucho humor
La helenista británica Edith Hall publica Los griegos antiguos (Anagrama), en el que sin dejar de reconocer que vehicularon logros de otros pueblos de la Antigüedad –los egipcios contaban historias similares a la Odisea ; el diseño arquitectónico y la técnica procedían de Persia, donde trabajadores jonios ayudaron a construir Persépolis o Susa; y los babilonios ya conocían el teorema de Pitágoras siglos antes–, los griegos fueron el pueblo adecuado en el momento adecuado para recoger durante siglos el testigo humano del progreso intelectual.
Hall, que recorre en su ensayo dos mil años de mundo griego hasta el 400 d.C., recuerda que vivieron en miles de asentamientos y ciudades desde España hasta la India, desde el gélido río Don en Rusia hasta remotos afluentes cercanos a las fuentes del Nilo. Culturalmente, señala, eran flexibles y a menudo contraían matrimonio con otros pueblos e incluso acogían con satisfacción a dioses extranjeros importados.
LA CURIOSIDAD JÓNICA
Homero impulsó con sus poemas épicos a los primeros filósofos en Mileto y Éfeso
Y más allá de su capacidad de absorción cultural, su lengua polisílaba y flexible y sus mitos, los griegos antiguos, señala Hall, compartieron diez características: afición por los viajes al mar, desconfianza de la autoridad, individualismo y curiosidad son las más importantes y están interconectadas. Y además fueron un pueblo abierto a nuevas ideas, muy competitivo, admiraba el talento, sabía expresarse con detalle y era adicto al placer.
EL COSMOPOLITISMO
Diógenes se definió como ciudadano del mundo frente a un “¿de dónde vienes?”
La décima característica clave, remarca, era su humor. Inventaron las colecciones de chistes, fueran sobre dioses o gentiles, como el de un maestro incompetente al que preguntaron cómo se llamaba la madre de Príamo, rey de Troya, y contestó: “Sugiero que la llaméis Señora”. Los austeros cínicos, que despreciaban los símbolos de riqueza y poder, tienen anécdotas imbatibles: cuando Platón dijo que Sócrates definió a los hombres como bípedos sin plumas. el cínico Diógenes llevó a la Academia un gallo desplumado anunciando: “¡Mirad! ¡Os traigo un hombre!”. Un Diógenes que, recuerda Martha Nussbaum en su nuevo libro La tradición cosmopolita (Paidós), fue el fundador de esa línea de pensamiento: una vez le preguntaron de dónde venía y respondió con una sola palabra: kosmopolités , ciudadano del mundo. No se definió ni por su estirpe ni por su ciudad ni por su clase, género o condición de hombre libre, las cosas que le diferenciaban, sino por la que compartía con todos.
No es que no hubiera ciencia antes de los griegos, subrayó Benjamin Farrington en Ciencia y filosofía en la antigüedad , que recupera ahora Ariel, pero con los griegos se introdujo en ella un elemento nuevo: la filosofía especulativa. Para el autor, se debe a laIlíada , que convierte al hombre en autor de su propio destino y no en juguete de los dioses, que ya apenas son un mecanismo poético. “Homero creó el humanismo y el humanismo creó la ciencia. La ciencia es en esencia un esfuerzo del hombre para ayudarse a sí mismo”, apuntó Farrington, que señalaba que Homero era jonio, y que siglos más tarde sería en la ciudad jonia de Mileto donde surgirían la filosofía y las ciencias naturales. También ayudó, añade Hall, que el puerto de Mileto fuera desapareciendo por la acumulación de residuos del río Meandro. Allí nacieron Tales, que predijo el eclipse del 585 a.C. y que imaginó el mundo como una capa de tierra flotando en la primigenia agua, y Anaxímenes. En la vecina Éfeso nació Heráclito, que creía que el universo cambiaba de manera incesante por el fuego cósmico y dijo: “Panta rei”, todo fluye.
EL EPICUREÍSMO
El censurado Epicuro acogió en su jardín a mujeres y esclavos para hablar de felicidad
De la costa jonia el conocimiento emigraría al sur de Italia y la Atenas clásica, donde, tras Sócrates, Platón y Aristóteles, estuvo Epicuro, al que Emilio Lledó califica en su recuperado Fidelidad a Grecia (Taurus) como “una de las primeras víctimas de la censura ideológica”. Cuando llegó a Atenas fundó el Jardín, una academia revolucionaria: poco preocupado por crear filósofos-reyes acogió a mujeres, esclavos y prostitutas a dialogar sobre en qué consistía la felicidad. Epicuro es el pensador del cuerpo, punto de partida para la convivencia con otros cuerpos. No tener hambre, sed, frío, evitar el dolor y dar la bienvenida al placer, la sensualidad, sin culpa, pero de modo prudente. Rechaza la opulencia y el consumismo, porque, en su inmoderación, solían traer miseria y dolor, pero le intentaron desacreditar como defensor de los excesos. Su filosofía también la recupera ahora la profesora Catherine Wilson en Cómo ser un epicúreo (Ariel).
EL ESTOICISMO
Para los estoicos, lo único que dependía de nosotros era moldear el carácter
Hubo otras grandes escuelas helenísticas. El filósofo Massimo Pigliucci, que ya publicó Cómo ser un estoico , edita ahora Mi cuaderno estoico (Ariel), lecciones basadas en la filosofía iniciada por Zenón de Citio y continuada por Séneca o Marco Aurelio. Moldear nuestro carácter es lo único que depende de nosotros, afirman. Debemos concentrar la energía en lo que podemos controlar y alejarnos de lo que no. Ejercitarnos para saber qué es mejor desear.
FUENTE: LA VANGUARDIA