Pablo Raphael | Ciudad de México www.milenio.com 14/02/2015
Están abrazados. Ella aprieta un pergamino con el puño izquierdo. Él tiene las manos crispadas y su boca lleva veinte siglos abierta. El aliento se le escapó por esa noche interminable que es el pozo de su boca. Ella parece dormida, casi sonríe y mientras guarda la calma el otro mira al cielo: su grito silencioso se ha convertido en un mito cuya verdad apenas fue revelada ayer. Ella cae sobre su cuerpo, como un manto.
Entre las personas que, tras la erupción del Vesubio, fueron convertidas en piedra, la llamada Pareja del pergamino ha sido la que más especulaciones, libros y notas de prensa ha producido. Es conocida la historia de un arqueólogo suicida que, en la nota de despedida, la acusó de su melancolía. La televisión brasileña registró las declaraciones de un guía espiritual formado bajo la sombra de Paulo Coelho que al mirar la pieza aseguró que él hombre había “chamaneado” a la mujer con el discurso de sofista del aquí y el ahora. Por su belleza, cabe destacar el libro de fotografías editadas por Turner que retratan los nombres, dibujos y fechas que los turistas enamorados han escrito a los pies de los amantes.
A finales del siglo XVIII, empezaron los primeros trabajos para desenterrar la biblioteca de Herculano. A dieciséis kilómetros de Pompeya, la erupción cubrió esa villa con más de veinte metros de ceniza y la verdad es que el descubrimiento de Karl Jacob Weber vino a cambiar la historia de la civilización: esta es la única biblioteca de la antigüedad que conserva sus libros.
La fabulosa maquinaria de palancas, poleas y engranes inventada por Piaggio para desenrollar los pergaminos petrificados y, con ello, poder leer sus textos, resulta igual de fascinante que mirar los cientos de anaqueles en los que se da cuenta de la contabilidad, la cocina, el comercio, la ciencia y la filosofía con que los habitantes de Herculano organizaban, consumían y guardaban su memoria.
Desde entonces, poco a poco, “lamiendo la piedra hemos podido arrebatarle sus secretos”, dice el arqueólogo Ezio Mura, descubridor de la copia del pergamino que ella aprieta con el puño. “Hemos avanzado mucho desde que iniciaron los rescates en Pompeya y también aquí en Herculano, pero lo cierto es que los primeros arqueólogos que descubrieron a la Pareja del pergamino hicieron bien en no amputar la mano izquierda que lo sostiene”. En entrevista para este diario, el arqueólogo explica que se hubiera ganado el contenido del documento pero se hubieran perdido esos dedos que sirvieron de modelo a toda la escuela florentina y al neobarroco. “También es probable que, de haber mutilado la pieza, los amantes de piedra no hubieran despertado el interés de los enamorados, tanto como el de la ciencia”. No se habría escrito lo que se ha escrito y, mucho menos, se hubieran reunido los recursos financieros para horadar la piedra y rescatar todo lo que le hemos arrancado a este monumental reloj de arena. “Ningún patrocinador se enamora de una mujer manca”, dice Mura.
En Herculano la ley y el sentido de la memoria obligaban a los amanuenses a dejar siempre una copia de lo que se escribía en la biblioteca. Se sabe que el pergamino que ella sostiene con el puño tiene su origen en Herculano por los acabados del palo de madera que sale de los extremos, idénticos a los cientos que se han rescatado y los muchos más que esperan ser desenterrados. “En el caso de nuestro pergamino solo sobrevive la extremidad inferior, ya que quedó más cerca de los cuerpos. El otro extremo del palo se pulverizó con el calor”.
“Siento ser el que vaya a desengañar a la humanidad —dice Mura— pero hoy, tras cinco años cotejando información y utilizando los sistemas de tomografía aplicada hemos podido comprobar que una de las frases que se alcanzan a leer en el pergamino que ella sujeta con su puño es idéntica a otra más que nuestros paleógrafos han descifrado en uno de los pergaminos hallados en la biblioteca, muy cerca del llamado salón del encargado.
“No sabemos el nombre del autor, pero el documento está firmado con la letra Kappa y es precisamente ese autor quien da cuenta de otra historia muy distinta a la que llevamos imaginando todos estos siglos”.
K o Kappa escribe que Plinio el Joven educó a Yorgos el mago, que Yorgos el mago abandonó la filosofía y el ejercicio de la poesía, seducido por la brujería y las artes del engaño. El mago descubrió que las palabras simples y las obviedades podían transformar el corazón de una mujer herida, robarle literalmente el aliento, contaminarlo con su boca y ofrecerle la paz. En otra línea Kappa da cuenta de su propia vida y del amor que lo motivó a regalar la estrella que todos los enamorados se regalan: “Cuando quieras ver esa estrella, cierra los ojos”. Todo por ella. Implorando a cada uno de los dioses que tienen que ver con el amor, Kappa escribe que se pone de rodillas y jura vivir por L o Lambda. Esa muchacha de “ojos de piedra en agua” se desposa con Kappa, ambos se aman en la playa, compran una casa frente al mar. Nada los va a separar. Nada hasta que Yorgos decide quedarse con ella. El pergamino encontrado explica que Yorgos fue nombrado encargado de la biblioteca de Herculano, que aprovechando el bastón de mando hizo encerrar a Kappa en uno de los sótanos. Luego mintió: se hizo amigo de la mujer, explicó a Lambda que su amado había preferido la guerra, que se había embarcado y que le había pedido cuidase de su dolor. Yorgos tiene mal aliento y ella se resiste, pero la suerte está echada. El corazón es una bomba.
Para Kappa el corazón es una piedra. La frase exacta que aparece en los dos pergaminos y que ayudó a descifrar el enigma, en realidad pertenece a los Upanishads y, en griego, dice: “Esto también pasará”.
Yorgos habla con Lambda del presente y de la verdad. Le miente como hicieron los envidiosos de Odiseo que deseaban a Penélope hasta que casi logran convertir la mentira en verdad. A diferencia del cuento griego, Yorgos lo logró: creyendo que Kappa prefería la guerra al amor, que la había abandonado sin decir una palabra, ella acepta vivir con el mago en Pompeya. En la línea final del pergamino donde Kappa cuenta la verdad, él le habla de esa estrella: “Cierro los ojos y miro que me miras, hazlo también”.
La ceniza forma una nube que ciega al cielo. El mundo está por terminarse y Pompeya por convertirse en lo que es hoy. Ella termina de leer el pergamino que le han enviado y, entonces, Yorgos entra en el salón. La lluvia de polvo cae hirviendo. Ella quiere destruirlo a él en vez del mundo. Yorgos grita y la abraza. Lambda cierra los ojos. Faltan segundos para que la nada y la noche sucedan. En Herculano, a unos metros de donde encontraron la copia del pergamino, los arqueólogos descubrirán una mano que intenta tocar algo.
Solo resta lamer la piedra, aún sin abrir los ojos.
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Pablo Raphael (México, 1970), su más reciente novela es Clipperton