Alfredo González | Tarragona www.diaridetarragona.com 07/10/2013
El MNAT tiene almacenados cerca de seis millones de restos arqueológicas que no puede exponer en su sede de la Plaça del Rei: minúsculos fragmentos de cerámica, sarcófagos, capiteles, parte de un ancla…
El exquisito mosaico de la Medusa, la grácil ‘nena d’ivori’ –una muñequilla de marfil que servía como juguete–, estatuas, inscripciones en piedra, monedas, restos de la decoración de los muros del recinto romano de la Part Alta de Tarragona… La colección ‘a la vista’ del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona (MNAT) abarca 6.000 piezas que reflejan sobre todo el pasado glorioso de la Tarraco romana. Pero sus fondos son mucho más extensos. Tanto como que, en unas naves, almacena seis millones más de piezas de material arqueológico.
Centenares de cajas se alojan sobre palets situados en estanterías de varios pisos. El material, catalogado al detalle, es consultable por los expertos y fruto en su inmensa mayoría del boom inmobiliario de los últimos años. Dentro de las cajas, hay pequeñas piezas de cerámica, incluidas en esa macrocifra de seis millones de restos arqueológicos.
El 95% de las piezas se han hallado, tal como explica Josep Anton Remolà, conservador de colecciones e investigación del MNAT, en «intervenciones de urgencia». Es decir, aquellas que han comenzado después de que el promotor que pretendía construir un edificio se topase con restos romanos en el solar. El restante 5% es por excavaciones ‘ex profeso’. Ejemplos: las de la Vil·la romana dels Munts (Altafulla) o Centcelles (Constantí).
Fruto de un siglo de trabajo
El almacén –no desvelamos su ubicación por motivos de seguridad– alberga también pequeños tesoros hallados durante la construcción de Parc Central, en la Part Alta cerca de la catedral, en la zona de la Tabacalera… «Es el resultado de las excavaciones de Tarragona de los últimos cien años», dice con orgullo Remolà.
Aún queda espacio libre en el museo pero «si no hubiera estallado la crisis y hubiera continuado la locura constructiva quizá tendríamos el almacén saturado», sostiene Remolà.
En el almacén también se yerguen piezas de mayor tamaño. Cabrían en la sede del MNAT de la Plaça del Rei. Sin embargo, Remolà aclara que «por muy interesantes que sean, no hace falta exponerlas todas. Hay que darle un discurso coherente al museo sobre todo si quieres explicar algo tan complicado como es la Tarraco romana. Debes seleccionar las piezas más explicativas y que atraigan la atención».
Los museos actuales apuestan más por la calidad que por la cantidad, de modo que sus salas estén ‘esponjadas’, sin vitrinas llenas a rebosar de piezas de diversa índole. Hay un millar de piezas almacenadas que merecerían su propio espacio en el MNAT pero se correría el riesgo de que el museo se saturase.
En el almacén, la mirada se pierde entre las estanterías repletas y se sorprende con piezas como un sarcófago del siglo II de reducidas dimensiones por lo que debía albergar los restos de un niño. ¿Su particularidad? Que cuenta con un pequeño agujero por el que los familiares del fallecido introducían comida y bebida en el sarcófago durante las festividades o fechas señaladas porque creían que el difunto seguía ‘vivo’ de alguna manera en el interior del sarcófago y necesitaba ser alimentado en el más allá.
Exposición a la espera
Ese sarcófago era una de las piezas que se preseleccionó para una exposición que quería organizar el MNAT y que se frustró por falta de fondos. La muestra pretendía desvelar una mínima parte de ese fondo ‘oculto’ del museo, como un porrón del siglo XVII o un fusil de principios del siglo XIX, dos objetos que el MNAT guarda en otro lugar, no en el almacén. El MNAT está trabajando en la muestra pero aún no hay fecha concreta de presentación.
Junto a la entrada al almacén, una serie de cajas corresponden a algunas piezas que se han prestado a otros museos, por ejemplo de Alemania o Francia, para exposiciones temporales.
Además del sarcófago que permitía alimentar al difunto, destacan otras piezas como un capitel y un fuste que pertenecieron a un pórtico de una calle romana cercana a la actual Tabacalera, un ancla que llegó al museo en los años 30 del siglo pasado o fragmentos del mosaico que cubría el suelo de un corredor de la Vil·la romana dels Munts.
Cuando se descubrió en los años 60, se arrancó porque la zona era un campo de viñedos de propiedad privada y se decidió que lo más seguro era guardar los mosaicos en el MNAT. Años más tarde, en los 90, se descubrió la continuación del mosaico y, como el recinto ya se había protegido, se dejó in situ. Pero los restos ‘arrancados’ yacen, a la espera de recomponerse como si de un puzzle se tratase, en el suelo del ‘otro’ Museu Arqueològic de Tarragona.
FUENTE: http://www.diaridetarragona.com/noticia.php?id=10504