Mariana Enriquez www.pagina12.com.ar
En un primer momento, Anne Baring (psicoanalista) y Jules Cashford (experta en mitología y folklore) intentaron reunir las diferentes imágenes de las diosas mitológicas en diferentes culturas, desde el Paleolítico hasta las representaciones contemporáneas de la virgen María. Pero a lo largo de su investigación descubrieron paralelismos entre culturas en apariencia inconexas, una continuidad llamativa que las llevó a plantear el “mito de la diosa”, una imagen donde el universo es un todo orgánico, sagrado y vivo, donde tierra y creación se componían de la misma sustancia que la divinidad femenina. Sin embargo, hallaron que, así planteada, esta diosa había desaparecido: por eso, la dirección del libro se orientó a descubrir qué había pasado con esa imagen de la diosa, ese principio femenino, cuándo y por qué había desaparecido, y cuáles fueron los costos de esa pérdida. De ese rastreo se trata El mito de la diosa: evolución de una imagen.
En su primera parte, el libro va desde el origen encarnado en la diosa madre paleolítica hasta las diosas griegas (Gea, Hera, Artemis y Atenea), pasando por la derrotada Tiamat de Babilonia y la maga Isis de Egipto. Este segmento considera a la diosa como madre, con su hijo-amante. En la segunda parte, la diosa ya forma parte de un matrimonio sagrado: desde Afrodita en Grecia y Cibeles en Roma, hasta la diosa oculta en el Antiguo Testamento, Eva, la virgen María y finalmente un análisis de la reunión de la diosa y el dios, matrimonio de naturaleza y espíritu.
El rescate de la Diosa no sólo demuestra la ocultación de un poder (y un saber) femenino por el patriarcado; también se trata de un lugar donde, en la actualidad, muchas mujeres, a partir de su culto, construyen una espiritualidad diferente, relacionada con temas ecológicos y saberes olvidados. Religiones reconocidas, como Wicca, apoyan en la divinidad femenina su sistema de creencias. Simbólicamente, la recuperación de la Diosa ha sido, y es, un tema central del feminismo contemporáneo. Este libro, de forma metódica y sumamente erudita –pero jamás aburrida– despliega las formas del principio femenino en 850 páginas con más de 400 ilustraciones. Es un relato apasionante y minucioso, que no ahorra absolutamente nada; está clara la pretensión de libro definitivo. Como suele ocurrir, la edición conjunta del Fondo de Cultura Económica y Siruela, en tapa dura, no sólo es cuidada sino que impresiona como objeto, por su peso real –es un libro difícil de leer en la cama– y, por qué no, también por su peso simbólico.