Miguel Ángel Medina 22/03/2018 www.elpais.com
El Ayuntamiento inicia las obras para conservar la fuente de Apolo, origen casi olvidado del paseo del Prado.
Cuando el arquitecto Ventura Rodríguez proyectó en 1777 el paseo del Prado (entonces Salón del Prado), diseñó varias fuentes para embellecer el primer trazado del urbanismo ilustrado de Madrid. Dos de ellas, Cibeles y Neptuno, se han convertido en auténticos símbolos de la capital, al estar situadas en dos glorietas muy transitadas y ser el punto de celebración de los aficionados de Real Madrid y Atlético, respectivamente. La tercera, la de Apolo, permanece algo deteriorada y casi olvidada en el centro del bulevar que enlaza a las otras dos. El Ayuntamiento ha iniciado este miércoles los trabajos para realizar una intervención que mejore el estado de conservación de esta joya monumental y vuelva a sacar el brillo de su piedra tallada.
“El proyecto original de Ventura Rodríguez contemplaba que Neptuno y Cibeles miraran hacia Apolo, así que esta fuente tiene una gran importancia”, explica Pedro Francisco García, coautor de Fuentes de Madrid (Ediciones La Librería). “Apolo es el origen del paseo del Prado, pese a que fue el último de los tres monumentos en inaugurarse, ya que estaba en el centro del diseño”, confirma Mercedes Pérez Gallo, técnico del departamento de Patrimonio Histórico municipal.
El autor del libro añade: “Artísticamente, la estatua de Apolo es la mejor de las tres, los escultores Manuel Álvarez y Alfonso Giraldo Bergaz hicieron un trabajo magnífico. Es una de las mejores piezas del clasicismo español”. Fue a finales del XIX, más de un siglo después, cuando las fuentes de Neptuno y de Cibeles se elevaron a su plataforma actual (antes estaban al nivel de la calle) y dejaron de mirarse: ahora, Cibeles otea el horizonte hacia la confluencia de Alcalá con la Gran Vía y Neptuno, hacia el Congreso. En medio, un bulevar central cercado por 11 carriles de coches y transitado por gente que, en su mayoría, no conoce la importancia de este tercer monumento fundador del Prado.
El protagonista del conjunto escultórico es Apolo, personaje de la mitología grecorromana hijo de Zeus y Leto, y considerado dios de las musas, las artes y la música. Por ello, la estatua lleva una lira. Por debajo aparecen representaciones de las Cuatro Estaciones: la Primavera, el Verano, el Otoño y el Invierno, personificados con distintas alegorías. Más abajo aún, las caras de los personajes mitológicos de Ceres y Medusa vierten por la boca agua en tres conchas superpuestas de varias dimensiones. Aunque ahora los caños están secos, ya que el agua es uno de los motivos de la degradación del monumento.
Marisol Mena, directora de Intervención en el Paisaje Urbano y Patrimonio Cultural del Ayuntamiento, explica: “La de Apolo es una de las estatuas más bonitas de Madrid, forma parte de este urbanismo ilustrado, el primero que se hizo para disfrute de los ciudadanos y no de los reyes. Ojalá en el futuro podamos pasear por las tres fuentes andando”. Mena destaca que, en los últimos dos años, el Consistorio ha restaurado 19 monumentos y otros diez (entre ellos, Apolo) se renovarán este año.
“Arrancamos hoy [por ayer] con un equipo multidisciplinar para hacer un diagnóstico de los problemas del conjunto y luego tomar las decisiones necesarias para mejorar la conservación”, explica Pérez Gallo. A su llamada acuden Andrés Ledesma, de los laboratorios Artelab, y Dolores Sanz, de la empresa Petra. Ambos suben a una grúa para acercarse a la cúspide, tomar muestras y analizar el monolito.
Sanz, que llega a Madrid tras participar en la restauración de la catedral de Santiago, explica: “El deterioro principal que tiene la piedra se debe a la colonización biológica, es decir, musgo, liquen, raíces… Además, tiene corrosión por la lluvia y por el viento en la parte trasera. Pero el estado de cohesión de la piedra es bueno”. También está Carlos Bayón, de Pecsa, adjudicataria del servicio de conservación municipal: “En una restauración hay que ser humilde, pasar inadvertido”.
Después habrá que aplicar un biocida y, más adelante, un mortero de cal natural, para lo que se contará con el escultor Miguel Sobrino y varios restauradores. “Cuando acabemos va a tener más luz, más brillo en la piedra, desaparecerán las manchas de óxido, vamos a recuperar las piezas partidas de las conchas en las que cae el agua, y se verán más nítidas las facciones de las estaciones”, avanza Mercedes Pérez Gallo. Quizá entonces Apolo vuelva a sentirse protagonista del Prado.
FUENTE: https://elpais.com/ccaa/2018/03/21/madrid/1521657678_522590.html