Tabula Peutingeriana (Arterra / Getty)
Ignacio Orovio www.lavanguardia.com
Un proyecto arqueológico elabora el mapa digital de calzadas del imperio romano de Occidente, empezando por Hispania
El arqueólogo catalán Pau de Soto se ha propuesto hacer el Google Maps deJulio César . El mapa de carreteras del viejo imperio romano; de la mitad occidental al menos, de la que iba de Albania para acá. Un trabajo de romanos para el que ha obtenido una beca del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y que le llevará tres años; empezó en noviembre. Por extraño que parezca, nadie ha digitalizado antes en detalle esa maraña de vías que sirvieron al comercio y al dominio del gran imperio que nos preconfiguró.
La monumental tarea consiste en introducir en un mapa, con la máxima precisión posible, todas las carreteras del imperio romano. Un trabajo que De Soto, adscrito alInstitut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC) ha echado en falta en ocasiones. Los estudios sobre la romanización suelen acercar el foco a un yacimiento, enclave o vía romana, pero nadie ha creado la herramienta digital que permita la consulta y descarga de todos los trazados viarios del Imperio Romano. Una llave inglesa para calcular distancias o costes globales, esto es, el tiempo y los costes del sector logístico (la economía) de dos mil años atrás.
Es cierto que los romanos emplearon la línea recta como demostración de dominio sobre la naturaleza, de poder, y así –lo más rectas posible– trataban de hacer sus calzadas si los accidentes naturales lo permitían: lo que ocurre es que, en muchos de los mapas que recogen las rutas romanas, las manos posteriores las dibujaron rectilíneas incluso cuando no era posible, a través de montañas o ríos o lagos. El proyecto de De Soto –bautizado Viator– quiere corregir todas esas simplificaciones.
DIRECCIÓN ROMA
La red no prefigura la España vacía, sino que se crea con punto final en la capital imperial.
Roma tuvo sus propias guías, de alguna manera precedentes para De Soto. ElItinerario Antonino, probablemente redactado en el siglo III d.C., que recoge las rutas del imperio, es la referencia más importante, porque además de distancias da señas de ciudades y de mansiones, los considerados puntos de descanso intermedios de las rutas. También los vasos Apolinares, o Vasos de Vicarello, cuatro cilindros de plata descubiertos en 1852, anotan las distancias entre Gades (Cádiz) y Roma. En total, 1.841 millas. A lo largo de la historia ha habido incontables recopilaciones, hasta llegar al Barrington Atlas, del mundo griego y romano, publicado en el año 2000. De Soto va un paso más allá y lleva todos los datos al mouse del ordenador. Libre.
El arqueólogo quiere recopilar toda la información de carácter científico disponible y fusionarla en un mapa que esté al alcance de cualquier interesado. “Opino que es obligatorio que una investigación que se hace con dinero público retorne socialmente en forma de resultados libres y accesibles”, explica De Soto. La idea surgió en trabajos anteriores, sobre todo al percatarse de que la comunidad científica es “cada vez más abierta a compartir los resultados de sus investigaciones”. De ese modo, De Soto pudo acumular trazados de la vieja Hispania y conduce ahora hacia la Galia, donde detecta que “hace muchos años que no se profundiza en el conocimiento de la red viaria”.
¿Preconfiguran las rutas romanas la España de hoy? ¿La España vacía?
El mapa de aquella Hispania poco tiene que ver con el de hoy, radial y centralizado hacia el centro. La capital por entonces estaba en Roma, de ahí que muchas de las rutas recorran la costa y los valles fluviales, como los del Ebro y del Guadalquivir, las zonas económicamente más productivas –vino, aceite–, para conectarlas por mar con Roma, e ignoren –o no se preocupen demasiado– del interior. ¿La España vacía? Nada de eso.
“Hay estudios de demografía que explican que muchas zonas interiores están muy pobladas, pero tienen circuitos autárquicos, producen para sí mismos”. Clunia, por ejemplo, fue una localidad próspera en aquel momento, con un fabuloso teatro, y hoy está perdida al sur de Burgos.
OTRA CAPITAL
El mapa de aquella Hispania poco tiene que ver con el de hoy, radial y centralizado hacia el centro
“Mi opinión es que los romanos fueron bastante clarividentes, o prácticos, a la hora de decidir por dónde iban sus vías, y por ello es lógico que muchas vías de hoy se hayan superpuesto a las suyas”, explica el científico. “Y aunque tendemos a pensar que son herencia unas de otras, hubo vías que perdieron su importancia”.
Esa superposición conlleva el problema de que muchas hayan desaparecido. En algunas zonas no se sabrá nunca el trazado exacto.
Toda esta red estaba conectada con los puertos. La mayor parte de las mercancías viajaban a Roma desde ellos, aunque no los de gran valor, como el oro y la plata. No podían arriesgarse a un hundimiento, e iban por carretera.
Había peajes, en función de la carga que se transportaba.
Contra lo que suele creerse, sólo una pequeña parte de las vías estaban empedradas. En general constaban de una base de rocas más o menos grandes, en función de la materia disponible in situ, y sucesivas capas de áridos cada vez menos gruesos, sobreelevadas si se podía para evitar la acumulación de agua. “Las losas eran terribles para las pezuñas de los caballos, que no llevaban herraduras”, describe el arqueólogo, “era mucho mejor la carretera de arena compactada”. Se supone que los romanos tenían equipos especializados, con “ingenieros de caminos” que diseñaban el trazado para poder hacerlas lo más rectas y lo menos pendientes posibles, con obreros y esclavos y, en ocasiones, se supone, militares. Algunos dejaron sus grafitis en ellas, posiblemente por su contribución a la construcción.
Algunas infraestructuras han perdurado, puentes y acueductos llevan dos mil años resistiendo guerras, huracanes Gloria y avaricias urbanísticas. “Para los romanos, algunos elementos eran una exhibición de poder, y era importante que fueran sólidos y que perduraran”, expone De Soto.
También el sistema de medición fue ejemplar. Las vías estaban marcadas por miliarios, uno a cada millia passuum (1.478,5 metros).
En un texto, el poeta Marcial detalla que desde Tarraco “tomarás un carro y, a buena marcha, la alta Bílbilis y tu Jalón posiblemente los verás en la quinta jornada”. Bílbilis es hoy Calatayud. Por autopista, 316 km, 3 horas. Y 40,11 euros de peaje.
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