Juan Soriano | Mérida www.hoy.es 01/06/2008
Un coloquio en el Museo Nacional de Arte Romano muestra las últimas novedades sobre este monumento en la Península.
El Circo Romano es uno de los monumentos más peculiares de Mérida. Pese a quedar empequeñecido por la magnitud del Teatro y el Anfiteatro, ya que se encuentra algo alejado del recinto turístico habitual, se mantiene como uno de los recintos más visitados, quizá porque sus piedras evocan la imaginación de todos los que han disfrutado de Ben-Hur.
Para devolver al circo el protagonismo que merece, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida ha acogido esta semana un coloquio en el que se han presentado las últimas novedades sobre este monumento, que en los últimos años ha ganado en relevancia en la Península Ibérica.
Como explica Trinidad Nogales, investigadora del museo emeritense y coordinadora de esta jornada, en el año 2001 ya se celebró una sesión monográfica sobre los circos romanos. Pero desde entonces hasta ahora han surgido nuevos hallazgos en distintos puntos de España y Portugal, lo que obliga a revisar la materia.
Los yacimientos de Segóbriga, Écija y Carmona han descubierto su propio circo en los últimos años. Para Nogales, esto tira por tierra uno de los falsos mitos que existen sobre este monumento, ya que siempre se ha creído que en la Península había teatros y anfiteatros, pero que apenas había circos. Nada más lejos de la realidad. Las grandes ciudades y los núcleos económicos, como el caso de Écija por el comercio del aceite, contaban con los tres edificios públicos de espectáculos.
En el coloquio, Nogales presentó un mapa en el que aparecen los distintos circos descubiertos en la Península, en el que se aprecia cómo en el noroeste peninsular apenas había circos. ¿Acaso no existían en lugares tan destacados como Astorga? Otro mito descartado. Para la investigadora, «probablemente no se hayan encontrado». Además, «no necesariamente tenía que haber un edificio para competiciones hípicas», sino que se sabe que los romanos aprovechaban hendiduras del terreno para adecuar hipódromos con gradas de madera. Una opción que parece más que probable en lugares de paso del ejército, como las tierras leonesas.
Alta participación
Trinidad Nogales destaca la alta participación que ha tenido este coloquio científico, con la presencia de más de 50 asistentes llegados de Portugal, Madrid y Sevilla, además de Mérida. Y eso a pesar de que los estudiantes de historia afrontan en estas fechas sus exámenes finales.
Una de las claves de esta aceptación ha sido la ponencia de Giorgio Vespignani, del Departamento de Antigüedades Bizantinas de la Universidad de Bolonia y uno de los mayores especialistas en la antigua villa de Constantinopla. Su conferencia ‘El circo romano, sus partes y sus simbolismos’ reveló aspectos como el interés de los emperadores en retratarse como un auriga, aprovechando así el reconocimiento popular de los vencedores de carreras.
También participó en el coloquio Ramón Teja, de la Universidad de Cantabria, quien abordó la relación de los cristianos con el circo. Uno de los objetivos de la Iglesia fue acabar con los espectáculos paganos romanos y con los edificios que los albergaban. Aunque la prioridad eran los anfiteatros, por las connotaciones de sacrificios de cristianos, también se atacó con dureza al circo, lo que provocó su paulatino abandono. Pero esto no evitó que en lugares como Zaragoza se siguieran celebrando carreras hasta el siglo V.
Este tipo de encuentros científicos contribuyen a saber más sobre un monumento del que aún se guardan muchas sorpresas en la Península. Para Trinidad Nogales, la puesta en valor que realizó el proyecto Alba Plata del Circo Romano de Mérida permite apreciar en todo su esplendor uno de los edificios públicos romanos que despierta más fantasías entre quienes lo contemplan.