De nuevo este año culturaclasica.com cuenta con la participación de Vicente Adelantado Soriano como crítico del Festival «Sagunt a escena» que cada verano se celebra en la ciudad valenciana. Su interesante visión mordaz y siempre honesta comienza con un acercamiento al teatro clásico que lleva por título «¿Dónde está el teatro clásico?».

De nuevo este año culturaclasica.com cuenta con la participación de Vicente Adelantado Soriano como crítico del Festival «Sagunt a escena» que cada verano se celebra en la ciudad valenciana. Su interesante visión mordaz y siempre honesta comienza con un acercamiento al teatro clásico que lleva por título «¿Dónde está el teatro clásico?».

Sería interesante estudiar si el teatro clásico, en nuestro país, comenzó a hacerse para aprovechar los espacios escénicos, entiéndase los restos de teatro romanos que quedaban, o se estaban descubriendo, o por deseo expreso de revivir los mitos clásicos, estudiarlos y no olvidarlos. Sería indiferente que hubiera sido por una u otra causa, o por las dos, cuando el resultado fuera el deseado: buenos montajes, excelentes traducciones e impecables puestas en escena. De todo ha habido a lo largo de estos años en Sagunto. Desde montajes honestos y excelentes hasta puestas en escena hechas por encargo y sin ningún entusiasmo. Y como decía un excelente dramaturgo, hoy olvidado, don Jacinto Grau, uno de los generadores más fecundos del mundo es el entusiasmo. Sin él no puede hacerse bien, ni un humilde ladrillo.
Si partimos de la premisa de que el teatro clásico comenzó a hacerse para aprovechar los escenarios donde antaño se representó, se deduce de ello que, desaparecidos estos escenarios, el teatro clásico no tiene razón de ser. No parece absurda la tal premisa, dado cuanto está sucediendo en Sagunto de unos años a esta parte. Antes, mal que bien, se podían ver un par de montajes clásicos a lo largo del verano en dicho teatro romano. No menos interesantes resultaban las charlas que precedían a la obra, donde intervenían desde profesores, explicando y ahondado en el mito, hasta los mismos actores o el propio director de la obra. A ello seguían preguntas y pequeños debates.
Por desgracia vivimos bajo la férula de unos necios políticos con una no menos necia aplicación de una absurda o inexistente oferta cultural. Y el teatro romano de Sagunto ha sido abandonado, o lo está siendo poco a poco, por mor de otros espacios. Estos son, ni más ni menos, que la calle, la Gerencia, y, sobre todo, una antigua nave de los Altos Hornos del Puerto de Sagunto. Lugar incómodo donde los haya, terriblemente mal acondicionado, cerrado, con techo de uralita, sin aire acondicionado, ni apenas ventilación, y antesala del infierno. Mientras tanto el Teatro Principal de Valencia, con unas butacas capaces y cómodas, languidece; el teatro romano, al aire libre por lo menos, se reserva no se sabe para qué, mientras aprovechamos antiguas naves quizás a fin de hermanar al teatro con el mundo del trabajo.
Por si esto fuera poco, hay que añadir unas sillas de plástico, a fin de que el calor sea más intenso, con un pequeño respaldo, hasta los riñones, lo que las hace terriblemente incómodas, y unos precios dignos de mejores teatros y aposentos. El escenario tampoco es muy capaz. No tiene sentido, pues, hacer teatro clásico en semejante lugar. Ni, tal vez, ningún tipo de teatro. Porque hay que pasar la hambruna que estamos pasando aquí, en todo el año sólo una obra, La cena, de Jean Claude Brisville, ha cumplido las expectativas, para ir a ver teatro a la Nave, donde, por cierto, estaría mejor que los montajes los hicieran en invierno, pues así, cuanto menos, nos ahorraríamos calefacción.
No hay anunciada ni una mala obra clásica, ni griega ni latina, para este verano. Es cierto que el festival de Sagunt a escena, jamás ha terminado de definirse: igual se podía ver Antígona que al ballet cubano, cantautores o flamenco. Ahora, con el nuevo espacio, la vieja nave de Altos Hornos, la Nau, ya tenemos una cosa más que clara: ha desaparecido el teatro clásico sin que en su lugar aparezca nada digno de tomar el relevo.
Y no es porque el montaje de anoche del Piccolo teatro di Milano, Arlecchino servitore di due padroni, de Carlo Goldoni, no fuera digno de encomio, con unos actores excelentes y una cuidada puesta en escena. Es que sencillamente, el lugar no es el apropiado. La nave industrial no fue ideada, o diseñada como gusta decir a cierta gente, para hacer teatro, sino para trabajar el hierro o el acero. Y en Valencia hay teatros, desde el más antiguo, el romano, hasta el precioso Principal, que sí fueron concebidos con la magna función de servir a las representaciones teatrales. Quizás se reserven las viejas piedras de la cavea para eventos políticos de más calado que la mera representación de viejas consejas. Sea como fuere, por el "descubrimiento" de nuevos espacios, o por lo que sea, este año tampoco veremos teatro clásico, tampoco, seguramente, lo haremos a lo largo del curso. Tal vez sea ya la despedida definitiva. Así que sólo nos queda la vieja opción: emigrar, buscar fuera de casa lo que no tenemos aquí. Ver teatro en la Nave, el que sea, es someterse a una consciente tomadura de pelo. Y uno ya está bastante cansado y harto de tanto desprecio. Tanto a los actores como al público.