Cádiz www.terra.es 27/09/2005
Entre un bingo y un cajero automático, en plena calle Sacramento, una pequeña puerta -a modo de máquina del tiempo- separa el bullicio de una ciudad del siglo XXI, de los ecos de las labores en una factoría romana del siglo I a. C.
Cádiz www.terra.es 27/09/2005
Entre un bingo y un cajero automático, en plena calle Sacramento, una pequeña puerta -a modo de máquina del tiempo- separa el bullicio de una ciudad del siglo XXI, de los ecos de las labores en una factoría romana del siglo I a. C.
Un viaje de 2.100 años en el tiempo para el que sólo hay que descender seis metros de escalera, y en el que el gradual olor a humedad y una luz tamizada preparan psicológicamente para la inmersión. Tras la bajada, se despliega una pasarela de suelo transparente a lo largo de un habitáculo de 145 metros cuadrados, desde la que se observan los vestigios de lo que fue una próspera fábrica de conservas de pescado y sus derivados.
‘La idea es que el visitante se sienta flotar por encima de los restos y no se pierda nada, porque todo es valioso’, le explicaba el arquitecto Francisco Reina a la consejera de Cultura, Rosa Torres, que ayer inauguraba el acondicionamiento de este yacimiento al público, junto a la delegada provincial, Bibiana Aído, y otras autoridades.
La Factoría Romana de Salazones de Cádiz surgió de entre los escombros del solar del antiguo Teatro Andalucía en el año 1995. Tras la excavación emprendida por el equipo del arqueólogo Luis Cobos, en agosto de 2003 se iniciaron las obras de adecuación a las visitas, que ayer por fin concluyeron de forma oficial. Los resultados de estos dos años de trabajo, que han estado dirigidos por Francisco Reina y en los que la Junta ha invertido 180.000 euros, podrán verse a partir de mañana y hasta el próximo domingo, de 10.00 a 14.00 horas.
Después, serán sólo los grupos organizados quienes podrán conocer este vestigio, único testigo en la capital, de la floreciente industria de salazones que se focalizó en Cádiz. ‘Más adelante ya se verá, porque la idea es que esté abierto a todos’, aseguró la consejera.
Una idea sine qua non sería difícil conseguir el objetivo de convertirlo en un recurso turístico, y por tanto económico, que es lo que se perseguía con su puesta en valor y para que, en palabras de Rosa Torres, ‘quien venga a Cádiz, no sólo venga sino que se quede’.
Lo que se puede ver
Quien tenga la oportunidad de visitar este yacimiento, declarado Bien de Interés Cultural en 1998, tendrá la oportunidad de -además de viajar en el tiempo- hacerse una idea clara sobre cómo era y cómo se trabajaba en una de estas fábricas romanas.
Desde la altura privilegiada que proporciona la pasarela, se puede contemplar en su totalidad un yacimiento que, si bien en sus inicios ocupaba 330 metros cuadrados, ha visto cómo se reducía su extensión por afectar a los muros de contención del nuevo edifico construido.
La factoría estaba distribuida de manera clásica, con piletas -de las que se conservan unas 17- alineadas alrededor de un patio cuadrado que debió tener un pórtico enlosado. Este patio o sala de preparación contaba con un suelo hormigonado, conservado parcialmente, que estaba asentado sobre la arena de la parcial colmatación del canal.
El desnivel existente desde las piletas hacia el centro del patio posibilitaba la recuperación de las aguas de lluvia y las depositaba a través de las canalizaciones en las cisternas ubicadas bajo el suelo del patio central. Estas piletas están construidas en mampostería de cantos rodados, piedra irregular y sillares de ostionera, con aglutinante de arcilla con coloración rojiza y revestida de varias cajas de mortero hormigonado e impermeable, llamado opus signinum.
Las piletas se ubicaban a ras de suelo para facilitar su relleno y asegurar también una mayor resistencia al empuje de las masas de pescado y sal. Asimismo, los ángulos interiores de las piletas funcionaban con cordones hidráulicos que facilitaban su relleno y evitaban posibles fisuras. En una de las paredes de las cisternas, ubicadas bajo el patio de la factoría y construida en piedra ostionera, se localizó una pintura en la que figura una torre escalonada con 12 cuerpos, con entrada abovedada en el primer piso y que cuenta con escaleras en cuatro de ellos y varios haces de luz en la parte superior. Esta representación aparece reflejada en los textos árabes como uno de los pocos edificios preexistentes del pasado romano y que se identifica como el Faro de Gades.
Una serie de paneles informativos detallan al visitante todos estos aspectos, contextualizándolos en la orografía y estructura de la Gades romana, además de explicar la relevancia de la industria de salazones dentro del Imperio y de mostrar alguna instantánea de los trabajos de excavación.