José Ángel Montañés | Barcelona www.elpais.com 29/05/2011
Las ‘domus’ de la Barcelona del siglo IV demuestran el alto nivel económico de sus habitantes, según un estudio.
«Viven en palacios de mármol, van encogidos de tanto oro como llevan encima, arrastran colas de seda, van pintados de carmín y además no faltan los jardines y lugares de reposo junto al mar, vinos exquisitos, banquetes espléndidos y un descanso para la vejez». Así criticaba en el siglo IV el obispo Paciano (el segundo que tuvo Barcelona tras Pretextato) el alto nivel de vida que tenían los habitantes de Barcino, la colonia romana que acabó siendo Barcelona, a pesar de que el obispo pertenecía a la aristocracia. El estudio La arquitectura doméstica de la ciudad romana de Barcino, de Ada Cortés, que publica esta semana la revista Quarhis, aparte de ser la primera visión de conjunto de la arquitectura doméstica de Barcino, da la razón a Paciano. Durante el siglo IV la prosperidad y el dinamismo de la ciudad quedaron reflejados en su urbanismo: se levantó un nuevo recinto amurallado con 76 torres (por lo que la colonia empezó a llamarse «la ciudad coronada»); se construyeron viviendas y se ampliaron las existentes con salas y habitaciones que se decoraron con ostentación y lujo a base de pinturas murales, mosaicos de mármol policromados y pavimentos cerámicos.
Según el estudio, las siete domus excavadas hasta ahora: las de Sant Miquel y Sant Iu (las más antiguas del siglo I, época en que se fundó la ciudad), y las del palacio arzobispal, Sant Honorat, Avinyó, Sant Miquel, Sant Felip Neri y la de Bisbe Caçador (bajo el archivo administrativo) fueron construcciones de dimensiones considerables que, posiblemente, ocuparon toda la insula (la manzana romana) y llegaron a alcanzar, como ocurre con la del Bisbe Caçador, los 2.000 metros cuadrados de extensión.
Cortés, que en 2009 presentó su tesis doctoral sobre la arquitectura doméstica romana en toda Cataluña, explica que, ante la imposibilidad de excavar toda la ciudad, es difícil establecer una tipología para todas las domus. Pero asegura que las siete conocidas responden al tipo de casa con peristilo y patio porticado, núcleo de la vida doméstica alrededor del cual se organizan las dependencias.
Además, a pesar de que el siglo IV en otras ciudades de Hispania y del imperio es un periodo de poco o nulo esplendor, las excavaciones han permitido comprobar que la mayoría de las domus de Barcino se dotan en este momento de termas privadas para satisfacer las necesidades higiénicas y terapéuticas de sus acaudalados dueños. Carme Miró, autora del artículo Los ‘balnea’ de las domus de Barcino, que también se publicará en la misma revista, asegura que «solo personas con un estatus económico importante pudieron disponer de un espacio dentro de la trama urbana, que incluso invade la calle, para poder construir un balneario propio, sobre todo si tenemos en cuenta que ya existían baños públicos adonde podía ir todo el mundo». En opinión de la arqueóloga, esto adquiere más importancia «si se tiene en cuenta que la ciudad era muy pequeña, 10 hectáreas, y el espacio público escaso».
La continua transformación urbanística de Barcelona ha sacado siempre a la luz restos enterrados, casi todos de mosaicos, pero también de muros y salas con columnas, susceptibles de ser considerados arquitectura doméstica de época romana (véase el plano adjunto). El más famoso es el mosaico descubierto en 1860 en la calle de la Comtesa de Sobradiel, con una magnífica escena de carreras de cuadrigas en el circo Máximo de Roma, aunque algunos investigadores, como Miró, defienden la posibilidad de que perteneciera a un edificio termal. Hoy luce en una de las paredes del Museo Arqueológico de Cataluña.
Cortés destaca en su trabajo que las excavaciones de Barcelona hasta ahora sólo han descubierto domus decoradas con materiales de lujo en el interior de la muralla, pero no han encontrado ningún resto que pudieran pertenecer a viviendas de colonos humildes. Además, basándose en otros estudios que han constatado que la fundación de la ciudad en el siglo I, aunque implicó una ocupación del territorio, no supuso una explotación agrícola generalizada de la zona próxima a Barcelona, defiende que la colonia de Barcino se fundó sobre todo para que desempeñara «una función política, administrativa y religiosa, y por eso las viviendas tienen un alto grado de representación». Julia Beltrán, responsable del conjunto monumental de la plaza del Rei y de la revista que publica el Museo de Historia de Barcelona (Muhba), afirma: «La fundación de Barcino en la época altoimperial obedece a un modelo de implantación territorial basado en el control de las transacciones comerciales y las actividades portuarias de la desembocadura del Llobregat, claramente diferente al que llevó a la fundación de la cercana Baetulo [Badalona] durante la república».
Pero ¿dónde vivía la gente humilde de Barcino? Beltrán asegura que, pese a la idea que se tenía de que extramuros solo estaban las necrópolis, «ahora existen datos de que el suburbium de la ciudad estaba habitado y que había mucha actividad vinculada a la vida económica de la ciudad, con centros de producción y talleres, sobre todo de fabricación de ánforas para vino, silos para guardar grano, termas portuarias y villas próximas a la muralla, como las de Antoni Maura y Víctor Balaguer».
Un ‘dominus’ barcelonés
En agosto de 1994, mientras se excavaba en un solar de la calle del Bisbe Caçador para construir el Archivo Administrativo de Barcelona, los arqueólogos contuvieron la respiración cuando vieron cómo se clavaba en ellos la mirada intensa de un hombre joven a caballo que, pintado a tamaño natural, volvía a la vida después de 1.600 años enterrado.
Aparecía en posición frontal, de cara redonda, con la cabeza de lado, peinado con el cabello corto a la moda constantiniana y vestido con una túnica corta con escote cuadrado (orbiculi). La representación, calificada de excelente y muy realista por especialistas de la talla del catedrático Pere de Palol, está considerada el retrato del señor romano (dominus) de la casa que vuelve victorioso (venationes), quizá, tras un día de caza, y por eso levanta el brazo derecho.
Como si el personaje quisiera desvelar su secreto a medias, la escena, que está enmarcada por un zócalo negro y estaba colocada originalmente en el pared del peristilo más próxima a la sala donde se celebraban reuniones y banquetes (oecus), ha conservado una inscripción mutilada. Sobre la cabeza del jinete, una N, y sobre el caballo, I, C, C y otros signos irreconocibles. Desde 1998 la pintura preside una de las salas del Museo de Historia de Barcelona.
FUENTE: http://www.elpais.com/articulo/cataluna/vivian/romanos/elpepuespcat/20110529elpcat_12/Tes