Roma | EFE 18/11/2010
Los dos imperios más fuertes de la historia, el romano y el de las dinastías chinas Qin y Han, que abarca del siglo II a. C. al IV d. C., se cruzan en una exposición en Roma con más de 400 obras que se adentran en los orígenes de estas grandes civilizaciones y descubren las claves de su expansión.
Inaugurada hoy en el Palacio Venezia, la exposición «I due imperi: l’aquila e il dragone» (Los dos imperios: el águila y el dragón), representa una oportunidad única para ver obras que por primera vez han salido de las fronteras chinas y que se podrán admirar en la capital italiana hasta el próximo febrero.
«En las últimas décadas, China ha revalorizado mucho el sentido de su historia y de su orgullo nacional a través de sus obras de arte», afirmó el comisario encargado de la sección dedicada al país asiático, Maurizio Scarpari.
Sarcófagos, paños de seda, tambores de bronce, monedas o figuras de jade, son algunas de las obras de gran valor histórico y artístico provenientes de 19 provincias de la República Popular China y prestadas al museo romano con motivo de esta exposición.
Eso sí, con el requisito de que se mantengan las condiciones que necesitan los objetos para ser conservados, en urnas climatizadas a no más de 19 grados y con muy poca luz. Así, en la parte china, la muestra «recrea la atmósfera ultra-terrenal que buscaban los emperadores en el más allá», ha bromeado el comisario.
Los organizadores han decidido no hacer un recorrido que enfrente las obras de ambos imperios de forma paralela, por lo que antes de pasear por las salas dedicadas a China el visitante puede detenerse en decenas de elementos que testimonian cómo se fortaleció el Imperio Romano, como la moneda única o el ejército.
Además, están expuestos mosaicos, decorados con bustos de nobles o atletas, ejemplares curiosos como una inscripción de propaganda electoral para la magistratura fechada en el año 79. d. C, utensilios que formaron parte de la vida cotidiana, utilizados en el ámbito médico o culinario, y elementos decorativos como frescos rescatados de Pompeya o Boscoreale.
«La gran peculiaridad de las obras del Imperio Romano es que componen un testimonio histórico de lo que sucedía en la vida privada de sus habitantes», subrayó la responsable de esta sección, Maria Antonietta Tomei.
Las obras de China, en cambio, provienen todas de fosas y tumbas, que se consideraban un hábitat más para el ser humano, donde éste tenía que encontrar todos los elementos que le acompañaron durante su vida terrenal.
Los más pudientes se construían verdaderas casas a medida, con torres de piedra y habitaciones que llenaban de todo aquello que les había acompañado hasta su muerte.
Destacan los sarcófagos de jade y bordados con hilo de oro, los instrumentos musicales, carruajes o espejos de terracota con inscripciones simbólicas que muestran «la obsesión del Imperio por crear un mundo paralelo donde al difunto le esperaba otra vida», apuntó Scarpari.
La pieza más cotizada, según el comisario, es un gran paño funerario de seda, de más de dos metros de largo y uno y medio de ancho, diseñado para el sarcófago del hijo del marqués de Dai, en el siglo II a. C.
Un enorme fresco de símbolos en forma de «T», único en el mundo -sólo existe uno similar pero nunca se ha visto fuera de China-, y que describe con motivos iconográficos el viaje del alma del difunto hacia el cielo.
«I due Imperi: l’aquila e il dragone» es además una de las primeras expresiones de un acuerdo entre ambos países, que prevé un intercambio de colecciones museísticas y la colaboración en proyectos expositivos.
Uno de los más destacados verá la luz la próxima primavera, con la reapertura después de un largo proceso de restauración del Museo Nacional de China en Pekín, que tendrá un espacio dedicado a la cultura italiana.
MÁS INFO: I due imperi. L’aquila e il dragone