Mabel Amado / Madrid www.abc.es 03/11/2005
«Año 79 Pompeya. Madrid 1979» es el título de la muestra que hasta el próximo 4 de diciembre puede visitarse en el Museo de la Ciudad.
Tenía aceras, pasos de cebra, alcantarillado, viviendas unifamiliares e, incluso, bares. Sus ciudadanos eran aficionados a tomar el aperitivo, a darse relajantes baños y a realizar alguna que otra pintada. Y todo en el siglo I d.C. ¿De qué ciudad se trata?
«Me sorprende, oh pared, que no te hayas derrumbado bajo el peso de las tonterías que tanta gente te escribió encima». «Las mujeres de tez clara me enseñaron a desear a las morenas. Si puedo las odiaré, si no, las amaré todo lo que pueda». Aunque para muchos resulten muy actuales, lo cierto es que ambas pintadas fueron descubiertas en las excavaciones arqueológicas de una ciudad que desapareció de la historia en una sola noche.
Pompeya, sepultada bajo las cenizas del Vesubio el 24 de agosto del año 79 de nuestra era, recupera ahora su vida y su trazado de la mano de una singular exposición que la pone en contacto con el suelo que pisamos. «Año 79 Pompeya. Madrid 1979» es el título de la muestra que hasta el próximo 4 de diciembre puede visitarse en el Museo de la Ciudad (calle de Príncipe de Vergara, 140).
A través de fotografías, paneles informativos, películas de vídeo y la recreación de una calle cualquiera de Pompeya, podemos comprobar el adelanto urbanístico y social de una ciudad que tras más de 250 años de estudio sigue sorprendiendo a científicos y curiosos. Además de una aproximación divulgativa a la historia y las costumbres de esta ciudad emblemática de la civilización romana, la muestra incide en la influencia que su configuración tuvo en el desarrollo urbanístico del Madrid que promovió Carlos III.
Planimetría
La muestra arranca con una gran planimetría de la ciudad de Pompeya, que la sitúa en la Bahía de Nápoles. Habitada desde el siglo VIII a.C hasta la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., fue descubierta para la arqueología en 1748, siendo rey de Nápoles Carlos de Borbón, futuro Carlos III de España. Hallada por casualidad por un campesino al abrir un pozo, las primera excavaciones fueron realizadas por el cuerpo de ingenieros del Ejército Español. Desde entonces, hace ya más de 250 años, Pompeya sigue siendo objeto de estudio.
Y es que ya en el siglo I, esta floreciente ciudad de provincia contaba con aceras y calles adoquinadas, pasos de cebra, ensanches planificados y construidos en cuadrícula y un centro peatonal. En ello, sin duda, se fijó Carlos III cuando en el siglo XVIII se propuso el desafío de embellecer la ciudad de Madrid y resolver sus graves problemas de salubridad.
Obra suya, como se aprecia en la exposición, son el empedrado y la limpieza de la ciudad, la regeneración de las tramas urbanas, la mejora de los accesos de Madrid, la urbanización de la periferia y la traza de casi todas las carreteras que todavía hoy conducen hasta nuestra ciudad. Además, en su reinado se construyeron el Museo del Prado, la Casa de la Aduana, las Puertas de Alcalá y San Vicente, la Imprenta Nacional, la Casa de Correos, el Observatorio Nacional…
Suelo adoquinado
Pero el plato fuerte de esta exposición es, sin duda, la reconstrucción de una calle de Pompeya de más de 30 metros. Con su suelo adoquinado, sus aceras, los pasos de cebra -unos resaltes de piedra horizontales- sus fuentes y sus tiendas -tabernae-, Pompeya se ofrece aquí al visitante como una gran caja de curiosidades. No en vano, se ha descubierto que en las fachadas de las casas escribían pintadas, que tomaban el aperitivo y dormían la siesta, que tenían acomodadores en los teatros o que frecuentaban los termopolium, unos locales parecidos a los bares que contaban con una barra y ofrecían bebida y comida calientes. Además, en la cocina fueron los creadores de diez clases distintas de pan y de las galletas.
Esta muestra, que coincide con el 250 aniversario de la fundación de la Real Academia de Herculano, institución creada por Carlos III con el objetivo de investigar las ciudades enterradas por el Vesubio, también repasa la religión, la pintura, la cultura, la higiene y la salud, la economía, la iluminación, el urbanismo… Todo alrededor de una ciudad que sirvió de inspiración a un rey considerado como el mejor alcalde de Madrid.