Elisa Silió | Madrid www.elpais.com 02/03/2009

Las empresas valoran la inteligencia crítica de los licenciados en Humanidades.

Hoy no sólo hay que saber cosas sino saber cómo hacer las cosas y en esa tarea los licenciados en Humanidades (124.000 alumnos), siempre a la cola en índice de ocupación laboral o de reconocimiento social, tienen mucho que decir en pleno proceso de Bolonia. Más aún cuando cada vez la tecnología es más manejable y las exigencias del mercado son otras. «Un filósofo tiene capacidad de enfrentarse a problemas muy abstractos y genéricos y eso hace falta. Tiene capacidades para plantearse problemas nuevos que desconocemos. Por ejemplo, qué hacer cuando una musulmana quiere llevar pañuelo a clase, o casos como el de Eluana Englaro y la muerte asistida», sostiene Vicente Sanfélix, catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia.

Decía el pensador Ortega y Gasset que una de las misiones universitarias era «crear y difundir cultura» y, sin dejar de hacerlo los gerentes de las facultades de Humanidades buscan una aplicación a sus estudios. «No se trata de aprender sólo los contenidos del título, sino competencias. Es decir, identificar un problema, buscar las fuentes de información, resolverlo, explicarlo por escrito y ser capaz de defenderlo oralmente», subraya Juan Manuel Cortés, vicerrector de Docencia y Convergencia Europea y profesor de Historia Antigua de la Universidad Pablo de Olavide.

«Aristóteles hablaba de ‘la función gimnástica de la dialéctica’. Por ejemplo, traducir del latín, que es construir un rompecabezas, sirve para desarrollar facultades intelectuales. Y ello a un médico le sirve para usar mejor su inteligencia crítica», asegura Sanfélix. Por eso se valora a los filósofos como directores de estrategia, además de ocupar un lugar en los consejos éticos de los hospitales y de empresas con responsabilidad social corporativa.

«El ministerio nos dice que seamos imaginativos en los posgrados, pero también tiene que apoyarnos en sus convocatorias. Por ejemplo, que para determinados puestos de recursos humanos haya que tener doble grado: Económicas y Humanidades, que te dan un pensamiento crítico», propone Cinta Canterla, presidenta de la Sociedad Académica de Filosofía.

«Resulta más rentable un gestor cultural con una preparación humanista amplia y que aprenda en cuatro meses el mecanismo, que alguien formado sólo para eso. En Reino Unido con el título universitario ya se presuponen las capacidades», asegura Sanfélix. Hay, sin embargo, quien apuesta por grados que integran historia, arte, macroeconomía, contabilidad y organización. Como la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid, que se ha inspirado en las School of Fine Arts para Creación e interpretación en artes escénicas y Gestión cultural.

La primera experiencia laboral de los egresados en letras suele ser traumática. El Observatorio Ocupacional de la Universidad de A Coruña publicó un informe demoledor en 2008. Los novatos encuestados reconocían sus carencias en informática e idiomas, y, sobre todo, su desconocimiento sobre cuál debería ser su papel en una compañía privada y cómo trabajar en equipo. Y los contratadores destacaban también su falta de «cultura empresarial».

Esta limitación es común a todos los grados. Curiosamente el Consejo Social de la Universidad del País Vasco (UPV) ha puesto en marcha un plan que pretende crear nuevas empresas. Éstas no van a ser ideadas por los estudiantes de Economía o ingenierías sino por los de Humanidades.

La Pablo Olavide (UPO) de Sevilla ofrece tres itinerarios curriculares: archivos y bibliotecas, patrimonio histórico y natural y enseñanza de español. Y los resultados llaman al optimismo: el 70% encuentra un trabajo en el ámbito de su carrera. «No hemos mercantilizado las Humanidades. Rotundamente no. Se trata de saber qué puede tener una aplicación práctica», continúa Cortés.

El 77% de los licenciados en Humanidades ha estado en paro tras graduase, frente al 40% de las técnicos, según la última encuesta de la Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). La entidad estima que tardan 5,7 años en graduarse, 11,2 meses en encontrar trabajo -cinco más que los de las técnicas-, y que el 62% completa estudios tras la titulación. Un 15% tiene contrato indefinido en su primer trabajo, con un sueldo medio de 694 euros, y el 64% se siente satisfecho con su empleo.

«Humanidades va a tener problemas de financiación privada. Es difícil que una empresa invierta en una investigación que no tiene visibilidad», predice Sanfélix. Cortés no comparte esa idea: «Hay entidades culturales y turísticas que pueden estar interesadas. Que haya riqueza del patrimonio es rentable para el sector turístico».

Los MBA se humanizan
Hace un par años, el consejo rector de IE Business School -formado por altos directivos de grandes empresas- llegó a la conclusión de que sus Master in Business Administration (MBA) debían de tener un sesgo más humanista. «En un mundo globalizado hay que conocer el pensamiento, la cultura o la historia de los mercados con los que se trabaja (Japón, China, países árabes o Brasil). Es una ventaja para negociar», cuenta Arantza de Areilza, decana de IE School of Arts and Humanities. Y decidieron que lo mejor era incluir un temario de letras puras de 45 horas. «Las Humanidades fomentan la imaginación, desarrollan la razón crítica, perfeccionan la estética y ayudan a apreciar los valores éticos». En todos los grados de la universidad de IE es una asignatura obligatoria.

Giuseppe Tringali, consejero delegado de Publiespaña y miembro del consejo rector, no sólo apoyó el proyecto sino que propuso que se organizase un curso formativo en Humanidades para sus directivos, incluido Paolo Vasile, consejero delegado de Telecinco. La calidad comunicativa de los empleados es tan pobre que grandes despachos de abogados han adoptado libros de estilo elaborados por la Fundación del Español Urgente (Fundéu). Al fin y al cabo, Humanidades.

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