Ramón Irigoyen www.elpais.com 16/01/2010
Muere en Madrid, el 14 de enero, festividad de san Malaquías, Antonio Fontán, primer presidente del Senado en democracia, extraordinario periodista, excelso latinista -fue catedrático de latín de tres universidades-, miembro numerario del Opus Dei y autor, entre otros, de dos libros prodigiosos: Letras y poder en Roma, publicado por EUNSA, y Príncipes y humanistas, publicado por Marcial Pons.
Cuando decimos de Antonio Fontán que fue un extraordinario periodista estamos hablando nada menos -y ateniéndonos al orden cronológico- de que fundó la primera Escuela de Periodismo de España en la Universidad de Navarra. Y no es ninguna casualidad que la primera escuela de periodismo de España, como también las primeras universidades que han impartido en nuestro país los estudios de ciencias económicas, sean instituciones vinculadas genéticamente a la Iglesia católica. A este inmenso mérito navarro de Antonio Fontán hay que añadir que fue, además, fundador y director del diario Madrid, cuya línea editorial de apertura ideológica sulfuró tanto a la dictadura franquista que terminó cerrando el periódico y luego volando su sede. Pero aquel Gobierno dictatorial, criado a los pechos del catolicismo más integrista que niega la animalidad del hombre, ignoraba que el hombre es nieto del chimpancé y, por tanto, un ser mimético. A los dos años de la voladura del diario Madrid, los chimpancés de ETA ponían en órbita el coche del vicepresidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, que, como la calandria de la canción, también voló, voló y voló.
Tras el cierre del diario Madrid, Antonio Fontán, que era un hombre profundamente religioso, se encomendó a Dios y se despidió de los lectores con palabras franciscanas. Ya se sabe que la mejor diplomacia del mundo es la vaticana y Antonio Fontán conocía el Vaticano tan a fondo como las mejores cuadras de las fincas más refinadas de su natal Sevilla. Gran deportista y gran jinete, Antonio Fontán montaba a caballo hasta que, un día, un mal bicho de entraña atea quiso rememorar la célebre caída del jaco del apóstol Pablo de Tarso y sacó de la silla al bueno de don Antonio. Le costó reponerse de aquella caída pero un campeón, al final, siempre termina reponiéndose. Por la capilla ardiente, instalada en el Colegio Mayor Castilla, han pasado los Reyes y una parte de la clase política, que, en este caso, es la clase política que vota al PP, porque ya se sabe que cuando va el PSOE, no va el PP, y cuando va el PP, no va el PSOE.
Vistos a vuelo de pájaro los méritos de Antonio Fontán, parece que la noticia de su fallecimiento deberían darla los periódicos en su portada. ¿No fue Fontán el primer presidente del Senado en democracia? ¿No dirigió el mítico diario Madrid? ¿No nos ha dejado unos libros maravillosos escritos con una prosa tan profunda como clara y ágil? En la mañana del viernes, festividad de san Mauro -y, siendo Fontán un hombre tan piadoso como Eneas, el héroe virgiliano, hay que apelar en su homenaje a los santos-, voy al quiosco y leo las portadas de los diarios de Madrid y Barcelona. Nadie ignora que la gloria en vida -y, aún más, la gloria póstuma- es muy difícil de lograr. Me resigno pues a no encontrar la noticia del fallecimiento de Fontán en la portada de ningún diario de información general. Pero, como soy incombustible al desaliento, pienso en que los periodistas deportivos están muy vinculados a Cicerón, Tito Livio y Agustín de Hipona -los autores favoritos de Fontán-, pues siempre que se enfrentan el Madrid y el Barça suelen decir que llega el clásico. Leo las portadas de As, Marca y Mundo Deportivo con la confianza de que encontraré allí la noticia del fallecimiento de Fontán junto a la noticia de la heroica victoria del Atlético de Madrid frente al Recreativo de Huelva. No me lo puedo creer. Los diarios deportivos ni dan la noticia en portada y me temo que tampoco en las páginas interiores que, por la decepción que me llevo, ni siquiera consulto. Los diarios de información general, al menos, dan la noticia del fallecimiento en páginas interiores.
A Antonio Fontán, a quien tuve la suerte de tener como profesor de latín en el Estudio General de Navarra, el embrión -y dicho sea con perdón- de la Universidad de Navarra, el bastión del antiabortismo mundial, deseo despedirlo con humor como corresponde a un hombre tan profundamente liberal. Es seguro que Antonio Fontán ha ido donde él quería ir, al cielo. Pero por si el diablo se lo ha llevado al infierno por haber dirigido el diario Madrid, vaya aquí este artículo del excelente Diccionario de la confusión, de Ángel María, que le puede venir bien para ganarse a Satanás. El texto de Ángel María (ammaria@eresmas.com) -y aquí María, aunque suene a chiste, es apellido- dice así: «Magdalena: f. Desayuno preferido de Jesús».