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FOTO:
JOSÉ
LUIS
ÁLVAREZ |
Se acaba
de
reeditar
«El
epicureísmo»
y, según
su autor,
la
filosofía
de la
corporeidad
y del
placer no
constituyó
en ningún
momento
esa
grosera
versión
ideológica
que una
parte de
la
tradición
nos ha
entregado.
Epicuro
fue un
globalizador
que
imaginó
una
esperanzada
política
del
amorLas
paredes de
su alma
están
empapeladas
de libros,
igual que
las
habitaciones
y los
pasillos
de su
casa. Cada
libro es
un amigo
con el que
este
catedrático
de
Historia
de la
Filosofía
se
comunica,
un amigo
con el que
discute
con
frecuencia
y se
reconcilia
al minuto.
Por eso
afirma que
se podría
escribir
su propia
biografía
a través
de sus
libros.
Tiene
distribuida
la casa en
lugares
estratégicos
de
trabajo.
La mesa
del salón
le sirve
para sus
actividades
de la Real
Academia
Española,
la mesa
del cuarto
de su hijo
para la
correspondencia
y así
distribuye
su
horario,
de mesa en
mesa.
Epicuro,
su
criatura,
ha vuelto
a la vida
en la
reedición
de «El
epicureísmo»
(Taurus),
ese
personaje
que
«frente a
la mística
de las
palabras
vacías, de
los
consuelos
imposibles
y de los
premios o
castigos
de otro
mundo,
levantó la
firme
muralla de
un mensaje
revolucionario».
-¿Quién
era en
realidad
este
personaje?
¿Un
hedonista?
¿Un
utópico?
¿Cómo lo
definiría?
-Epicuro
era un
rebelde,
un
político
absolutamente
incorrecto.
Lo que a
él le
interesaba
era la
política
como
expansión
de la
felicidad,
como
expansión
de la
vida, una
política
que tiende
a expandir
universalmente
la
seguridad,
la
felicidad,
la
justicia,
la
sabiduría,
la
belleza...
lo que se
considera
como
valores
humanos
elementales.
No se
trata de
hablar tan
sólo de
los
derechos y
los
valores
humanos
para
incluirlos
en las
Constituciones.
No, no...
se trata
de la
práctica
del
derecho
humano
nuestro de
cada día.
-¿Cuál es
ese
derecho
humano
nuestro de
cada día?
-Es el
derecho a
la vida,
el derecho
a la
felicidad,
entendido
no como un
derecho a
la
felicidad
sólo, sino
como un
«bienser»,
crear
seres
humanos
con
estímulos
que no
sean
odiadores
del otro,
no crear
ejecutivos
agresivos,
expresión
que
siempre me
ha hecho
gracia,
porque no
sé qué
ejecutan
ni a qué
agreden.
Es como lo
de las
armas de
destrucción
masiva, un
día
crearán
ejecutivos
de
destrucción
masiva.
Pero lo
importante
no es
tener, lo
importante
es ser.
-Según
afirma,
Epicuro
lanzó uno
de los
mensajes
más
creadores
del
pensamiento
filosófico.
¿Por qué
se ha
tergiversado
su
lenguaje?
-Eso mismo
viene en
la
tradición
grecolatina.
El propio
Horacio
habla de
que él es
un lechón
de la
piara de
Epicuro.
En fin,
compararte
con un
cerdo...
Además
Epicuro
era lo más
opuesto,
un asceta.
Utilizando
la
terminología
tradicional,
era un ser
espiritual,
porque la
espiritualidad
quiere
decir que
se entrega
a los
demás, que
ama o que
quiere
amar a los
demás. Es
esa idea
del amor
universal
que puede
parecer
utópica,
pero que
es uno de
los
componentes
más
estimuladores
de la
existencia
y del
progreso.
En vez de
pensar que
el hombre
es un lobo
para el
hombre,
¿por qué
no
considerar
que es un
ser humano
para el
ser
humano?
Después de
tantos
siglos en
los que
hemos
luchado
por crear
una
ideología
de la
justicia,
del bien y
de la
belleza,
¿por qué
no seguir
luchando
para que
el hombre
sea un
amigo para
el hombre?
-¿Es la
amistad
ese lazo
invisible
que une a
los seres
humanos
ideológicamente
más
distanciados?
-Sin duda,
este es
uno de los
fragmentos
más
bonitos de
Epicuro.
La amistad
vuela por
el mundo
incitándonos
a todos a
ser
felices.
Epicuro
fue un
globalizador.
Es verdad
que el
mundo de
Alejandro
Magno y
del
helenismo
era un
mundo
globalizante.
Surge por
primera
vez la
palabra
«cosmopolita».
Frente al
nacionalismo
mequetrefe
y pequeño
es hermoso
sentirte
humano con
los
humanos,
aceptando
después
las
diferencias.
Los
pulmones y
los ojos
de los
hombres
son muy
parecidos.
Ahora que
está tan
de moda la
globalización,
universalicemos
la lucha
por la
igualdad.
Es verdad
que no
todos
somos
iguales,
porque los
niveles de
educación
y cultura
nos
desigualizan,
pero se
trata de
una lucha
y esta sí
que es una
guerra
bonita.
-¿Qué
diría
Epicuro si
levantara
la cabeza?
-Atacaría
a la
sociedad
de
consumo.
Hemos
avanzado
mucho,
pero el
consumismo
que sólo
produce
pseudoriqueza
y que
acaba
consumiendo
al
consumidor
es muy
peligroso
porque nos
ciega, nos
entorpece
la mente.
Una de las
características
de la
mente
humana es
la
capacidad
de pensar.
Se habla
de la
libertad
de
expresión
pero lo
importante
es la
libertad
de poder
pensar sin
estar
manipulados.