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Reflexiones sobre el estreno de la película Troya

por Ernesto Micetich

¡Ay cuan pronto las tinieblas del olvido volvieran a enmantar el glorioso nombre de Troya, sepultando nuevamente el épico fulgor de su trágica grandeza en la indiferencia de esta época pequeña, prisionera de su propia mezquindad ! ... fugit irreparabile tempus... (Virgilio, Geórgicas)

Que triste desolación, que funesto silencio envuelven las ruinas de la que fue la amada patria del generoso Héctor, guerrero indómito de esa tremenda guerra librada en el soplo arcano de los milenios, cuando Asia y Europa se enfrentaron en el bronceo valor de dos valerosos ejércitos combatientes en la sublimidad de un espacio envuelto en las tinieblas del mito, entre dioses y prodigios sobrenaturales

... en cambio del Asia que abandono

tendré el cuarto nupcial de la muerte, Europa.

Oh, como resuenan vivas de intensa pasión estas amargas palabras que en gotas de impotente dolor se disuelven en el mar de los siglos perpetuando la tragedia del "superbum Ilium" (Eneida III) de la "Ilión la gloriosa" según la llamó Poseidón en el acto de abandonar el triste desierto en que la convirtieron los Aqueos (pero con la ayuda de los dioses), sintiendo, como lúgubre último canto de adiós, los gemidos piadosos del sagrado río Escamandro, adolorido por el destino de humillación que aguarda a las mujeres troyanas, ahora que el belicoso sudor de los guerreros de Troya se volvió ceniza. Remotos debían de parecer entonces al vengativo Enosigeo, mientras que contemplaba las fumigantes reliquias envueltas en sepulcral silencio, los tiempos en los cuales las flautas líbicas y las melodías frigias hablaban al cielo la felicidad de la prospera ciudad de Príamo protegida por la alta muralla que él mismo edificó y las pupilas de Hécuba eran mares de infinito amor materno en donde navegaban  sonrientes los rostros  de sus hijos. 

¡Pobre Hécuba! Cuanto dolor en la arena de la derrota martirizó su veneranda figura que resurge de la obra de Eurípides con palabras envueltas en el manto irisado de una  hierática  sabiduría: "pero si un dios nos hubiera arrullado en el vendaval, volteando lo bajo y lo alto de la tierra nosotros, desaparecidos en la tierra, no hubiéramos podido nunca ser celebrados por los poetas, ser cantados por los hombres del futuro". Palabras sublimes que tienden las manos del dolor a la esperanza de un rescate entre las venideras generaciones humanas, entregando la gloria del nombre de la Patria a los sacerdotes que inebriarán sus almas en las aguas divinas de la fuente de Aganippe: el “non omnis moriar” que el “cisne venosino”  (Horacio  -Monti La Bellezza dell’Universo-) escribirá muchos siglos después, ( y además que en el mismo Monti y otros, este verso brotará en la irisada elegancia del poeta Manuel Gutiérrez Nájera: "¡No moriré del todo, amiga mía

de mi ondulante espíritu disperso,

algo en la urna diáfana del verso,

piadosa guardará la poesía")

parece resonar de los adoloridos labios de Hécuba aún incontaminados de la horrible metamorfosis, porque el corazón de Troya seguirá palpitando en las palabras de los poetas de la posteridad que la reina frigia sabe, con profético intuito, cumplirán  la sagrada misión de perpetuar en la eternidad el recuerdo de su alta desgracia. Y palabras similares brotan, como eco que resuena flotando tristemente entre los valles del dolor, de la desventurada voz de la princesa considerada loca por la malignidad vengativa de Apolo, la cándida Casandra

"deja que te demuestre como  nuestra ciudad  sea más afortunada de los Aqueos. (...) Los Troyanos, en cambio, conocieron la gloria más alta: morir por la patria. Los cuerpos de los guerreros caídos fueron trasportados en sus hogares por brazos amigos, tuvieron sepultura en la tierra nativa: (...) Consideras doloroso el destino de Héctor? No, no lo es, escúchame. Murió con fama de héroe y se la acarreó la llegada de los Aqueos: de quedar en Grecia, su valor no se hubiera manifestado. París desposó la hija de Zeus: de no haberlo hecho, sus nupcias hubieran pasado bajo silencio..."

¡Oh sagrado fuego del alta Troya! Como luce el áureo valor de estas nobles almas que hasta en el polvo de la derrota mantienen inmaculada la majestuosa solemnidad de tu nombre preclaro! Gracias Eurípides...

Y en nuestro días, ¿hay todavía nobles corazones que sepan edificar en los íntimos vergeles de sus almas un resplandeciente templo de reverente conmoción por el

"juicio de Troya, fijo por siempre en ritmos, / en los milenios famoso y espantoso" (Goethe, Fausto),

que puedan vibrar las cuerdas profundas de sus pasiones enmantando el nombre de Troya en la suavidad de una agraciada armonía “ que vence de mil siglos el silencio”1?

Hace mucho tiempo deprecaba la insensibilidad de nuestra época hacia los grandes argumentos del pasado2 e imaginaba lo que significaría entrar en un cine e inebriar el espíritu en la ebúrnea contemplación de venerables hitos emergidos a la inmensidad de la pantalla desde la marmórea magnificencia de la gloria milenaria. Hoy en día, con los medios tecnológicos a disposición de la creatividad, ¿qué falta para que  este deseo, este anhelo no quede como una frustración sino que se convierta en un hecho realizable? Esto me preguntaba observando desconsolado el triste espectáculo de una muchedumbre-rebaño conducida en los pastos cinematográficos por las sirenas de los efectos especiales para que coronara la pequeñez de películas insignificantes con la ciega gravedad de su número. ¡Y pensar que el cine podría ser un instrumento muy importante para educar esta somnolienta humanidad! Salían de mi memoria las murallas de “La Ciudad del sol de Campanela”3 y me figuraba la pantalla cinematográfica como una versión moderna de ese noble intento de elevar a la masa (término que utilizo con conciencia, haciendo referencia a Ortega y Gasset), constatando, en vez, como en los jardines de la “séptima arte” la palabra “cultura” arrastra su miserable existencia entre obras pequeñas que ocultan la mediocridad de sus weltanschauung con el embriagante fasto exterior de costosísimos recursos tecnológicos, incapaces de suscitar los sublimes aflatos y altos sentimientos que probarían almas generosas abismadas en el piélago supremo de nuestra memoria colectiva, de nuestro pasado ancestral.

Nada de extraordinario, por lo tanto, si en esta época, abismada en la viscosidad de los sueños sin ensueños de la mediocridad, el nombre altero de Troya, resucitado del prieto regazo de Clío en lugar de causar íntima conmoción e inquietud intelectual, haya sido, en cambio, embadurnado por el fango profanador del ruido farandulero... ¡más interesado en el tono muscular de Brad Pitt! "... Porque de los Dioses es dono / guardar en las miserias altero nombre..."4  y hoy en día, los dioses, relegados en el Limbo en donde los echó el sagrado fulgor de la Cruz romana, ya no pueden proteger con su olímpica majestuosidad las santas reliquias de “la maravillosa Helas antigua “ (Panzini); ya no hay una égida divina que las defienda de las garras sacrílegas de los profanos...

"... me dijeron después que esas voces de sufrimiento y de muerte venían de una especie de lupanar filarmónico, ubicado al frente de nuestra casa. Era una fétida pocilga que se adornaba con un nombre  ilustre: “las Panateneas”..." (A. Savinio, La tragedia de la infancia)...

¿ y no sería lícito, leyendo estas palabras, pensar hoy en día en esa película tan mal hecha que me hace añorar la sabiduría de los tebanos que tenían una ley que ordenaba a sus artistas la reproducción del bello y prohibía lo feo?

Yo entiendo que el amor propio5 pueda lamentablemente impedir la observancia  escrupulosa del texto homérico, ya que es característica universal querer dejar un rastro de la propia individualidad, grande o pequeña que sea6, pero de toda manera, sean cuales sean las motivaciones “artísticas” considero inoportuno abusar en ese modo tan arbitrario ya que la materia tratada es patrimonio milenario de una civilización que merece mayor respecto en el momento de proponer un argumento tan valioso de su cultura7. Una anécdota acerca de Dante, que puede leerse en la obra de Sacchetti, cuenta que un día, entrando en la oficina de un herrero, lo oyó declamar malamente sus versos; el poeta entonces comenzó rabiosamente a desordenar los utensilios del profano, diciéndole: Tú desordenas mis utensilios y yo hago lo mismo con los tuyos. Sorprendente analogía, me parece, con la película ya mencionada, la cual nos muestra el triste espectáculo del mundo homérico sacudido por un vendaval  de errores tan gigantesco (ciclópico) que es casi imposible no pensar más en un superficial conocimiento de los hechos tratados que en una íntima intencionalidad artística de parte del director.

Me pregunto entonces si sea justo que símiles productos del cine, además de no educar, puedan deseducar libremente; o si, como en este caso particular, no deba intervenir el Ministerio de Cultura para defender por lo menos las nociones elementales evitando la propagación de la ignorancia. Pensemos, por favor, a la muchedumbre de personas que han visto la película sin haber leído la Ilíada; ¡cuantos errores albergan ahora en sus mentes!7

Cuando la nave troyana llega a destino, si no me equivoco, aparece una didascalia que nos explica que se trata del puerto de Esparta. ¡Esparta! ¿ la “honda y cavernosa” Esparta en el mar? Aquí no se trata de desviar del texto para crea arte, aquí se trata simplemente de no conocer ni la geografía, ni la historia. Además ¿porqué tener que mover al pobre Héctor que nunca viajó con París? Cuando en el III libro, este reprende fieramente al hermano adultero, reprochándole su cobardía ( muy enfatizada por Homero) frente a Menelao, entre otras cosas le dice:

Y cobarde cual eres tu el mar cruzaste

con elegidos compañeros?

entendiendo con la palabra “elegidos”, como nos informa un grande exegeta de la Iliada, el Mustoxidi, “ a ti adaptados” o sea raptores, secuestradores. “Reuniste a tus amigos” en la traducción de Luis Segalá y Estalella que resulta ser, sin embargo, ineficaz para traducir correctamente el concepto expresado por Héctor.

¿Y porqué le hace decir a Héctor, que una vez ayudó a París cuando este, todavía pequeño, se puso en problemas con su padre Príamo? Hay también en esto una razón artística o se trata simplemente de un total desconocimiento de la infancia de Paris? ¿Acaso no es suficientemente noto que el príncipe troyano creció como pastor en el monte Ida?  Monte, que, si mal no recuerdo, además no aparece ni de cerca ni de lejos, a pesar de su gran importancia.

Estas son solamente algunas de las muchísimas inexactitudes que aparecen en la película; y creo que si tuviera que analizar “ab imis et ab ovo” todos los errores presentes probablemente terminaría escribiendo un libro bien largo.

Quiero, de toda manera, aclarar por lo menos algunos particulares, para tratar de remediar al daño hecho por la película:

1.  Los Griegos no eran  cincuenta mil hombres sino más de cien mil. Cincuenta mil eran los Troyanos, como de hecho los muestra el final de libro VIII, acampados entre los barcos y las corrientes del Escamandro, sentados en grupos de cincuenta alrededor de mil fogatas que corrían por todo el campamiento:

Mil fuegos ardían en la llanura, y en cada uno se agrupaban cincuenta hombres a la luz de la ardiente llama.

Los griegos además construyeron para defenderse una muralla tan poderosa que el mismo dios de las líquidas llanuras, se quejó con Zeus, (libros VII y XII)

2.  El ejercito Teucro no poseía en lo absoluto esa homogeneidad que por lo contrario aparece en la película. Haciendo a un lado las consideraciones de orden estrictamente social, el director de Troya se olvidó que los troyanos habían recibido en su ayuda  contingentes de muchísimas regiones del Asia. Hubiera sido suficiente recordar las palabras de Agamenón en el II libro

¡Combatir contra un número menor de hombres y no saberse aún cuándo la contienda tendrá fin! Pues si aqueos y troyanos, jurando la paz quisiéramos contarnos, y reunidos cuantos troyanos hay en sus hogares y agrupados nosotros, los aqueos en décadas, cada uno de éstos eligiera un troyano para que escanciara el vino, muchas décadas se quedarían sin escanciados. ¡En tanto digo que  superan los aqueos a los troyanos que en la ciudad moran! Pero han venido en su ayuda hombres de muchas ciudades, que saben blandir la lanza, me apartan de mi intento  y no me permiten, como quisiera, tomar la populosa ciudad de Ilion

o el catálogo de las fuerzas Troyanas (siempre en el segundo libro) o por lo menos las palabras del libro IV en el momento de describir el ejercito Teucro que va a la batalla después de la ruptura del acuerdo por Píndaro (¡otro extranjero!)

Los teucros avanzaban también, y como muchas ovejas  balan sin cesar en el establo de un hombre opulento, cuando, al serles extraída la blanca leche, oyen la voz de los corderos, de la misma manera elevábase un confuso vocerío en el vasto ejercito de aquellos. No era igual el sonido ni el modo de hablar de todos y las lenguas se mezclaban, porque los guerreros  procedían de diferentes países.

Y si tampoco esto fuera suficiente tener en cuenta las palabras de Dolon hecho prisionero ( y luego matado) en el libro X por Ulises y Diomedes. Y no se trata de una pedantesca ociosidad, de las que ridiculiza Erasmo de Rótterdam. Es en cambio un particular muy importante, porque explica  la razón que obligó Héctor a rechazar el consejo de Polidamante después de enterarse que el funesto Aquiles había vuelto al combate:

¡Polidamante! No me place lo que propones de volver a la ciudad y encerrarnos en ella. ¿ aún no os cansáis de vivir entre las muras? Antes todos los hombres dotados de palabra llamaban a la misma ciudad de Príamo rica en oro y en bronce, pero ya las hermosas joyas desaparecieron de las casas. Muchas riquezas han sido llevadas a la Frigia y a la encantadora Meonia para ser vendidas desde que Zeus se irritó contra nosotros.

Los que han leído la Iliada saben cuales consecuencias tremendas acarreó esta decisión a los Troyanos que además, cómplice Palas, la aceptaron con entusiasmo Así se expresó Héctor, y los teucros le aclamaron, ¡Oh necios! Porque Palas Atenea les quitó el juicio. Hasta en la Eneida aparecen los aliados de los Troyanos, cuando durante la tempestad desencadenada por Eolo (para favorecer la vengativa Juno), el barco de los Lycios mandados por Oronte desaparece en las fauces de un remolino.

3. Ausente, lamentablemente, la diferente manera de ir a la batalla entre los griegos y los troyanos, detalle muy importante con el cual Homero marca la diferencia entre las dos civilizaciones, mostrando la barbarie troyana contrapuesta al griego civilizado. Hubiera sido interesante verla representada en la película; sobre todo la similitud que inicia el tercer libro, tan famosa que fue recuperada por Virgilio, Dante y Tasso.

4.  En frente a la ciudad de Troya surgía la isla de Tenedo (Virgilio, En.II “est in conspectu Tenedos, notissima fama /insula...”) que no aparece en la película; detalle no indiferente porque fue detrás de dicha isla que la flota griega se ocultó para hacerle creer a los troyanos que se habían ido definitivamente.

5.  El primer griego que desembarca no fue Aquiles, sino Protesilao, (esposo de la infeliz e inconsolable Laodamia) que es también el primer griego en morir, traspasado por una flecha troyana, según nos informa el II libro. Aquiles que desembarca mientras todas las naves griegas están todavía en alta mar y con  cincuenta hombres conquista la playa es pura carreta. Mucho más interesante hubiera sido mostrar el combate entre el Pelide y Cicno. Además Aquiles fue a Troya con cincuenta barcos y no con uno solo. Esto nos dice la Iliada en el segundo libro y reitera después en el decimosexto, precisando además que en cada barco había cincuenta hombres, o sea que por todo Aquiles llegó a Troya con un contingente de  dos mil quinientos guerreros.

6.  El padre de Aquiles, Peleo, todavía era vivo durante la guerra de Troya, como bien podemos escuchar en las palabras del mismo Pelide, en el libro XVIII, lamentando la muerte de Patroclo; y de hecho, cuando Príamo en el libro veintésimo cuarto busca la manera de conmoverlo para que le devuelva el cuerpo del hijo, Héctor, le recuerda el padre

el padre tuyo, por la ría vejez oprimido

cual soy yo. En este momento él de pronto

es asediado por poderosos vecinos

y no tiene quién lo ayude y lo saque del inminente peligro.

No obstante, oyendo que tu eres vivo, se conforta y espera en cada instante volver a ver

regresado de Troya, su dilecto hijo.

Cuando en la película por lo tanto nos enteramos que Peleo está muerto, además de chocar con una inexactitud, vemos también desvanecer la sublimidad de uno de los momentos más conmovedores del poema...

a estas voces enternecido Aquiles,

remembrando  el padre, prorrumpió en llanto....

Peor además pensando en como aparece en la película la madre de Aquiles.

Tengo lamentablemente que reiterar la imposibilidad, en poco espacio, de analizar todas las cicatrices y llagas que ofenden la marmórea sublimidad de la Iliada. ¡Hay demasiadas! Patroclo era mayor de edad de Aquiles, educado junto a este por el centauro Quirón ( Menetio, su padre, tubo que enviarlo a la corte de Peleo porque había matado a un compañero de juegos durante un arrebato de ira) y no era en lo absoluto un muchachito sin experiencia guerrera cuando llega a Troya, siendo que ya había sido compañero de guerra de Aquiles (en Misia, donde fue herido por una flecha y sanado por el amigo y en el saqueo de Lirnexo); su padre, Menetio, así le dice ( palabras que aparecen en libro XI, de los labios del sabio Néstor):

¡Hijo mío! Aquiles te aventaja por su abolengo pero tú le superas en edad; aquél es mucho más fuerte, pero hazle prudentes advertencias, amonéstale e instrúyele y te obedecerá para su propio bien.

Además Aquiles permite a Patroclo luchar contra a los Troyanos vistiendo sus armas, entre las cuales no va incluida la lanza, dono un tiempo de Quirón al padre Peleo y tan inmensa y grave, que solo el brazo del Pelides podía impugnar Libro XVI8 y que además tenía el poder de sanar, como bien pudo darse cuenta Telefo, una lanza tan importante que según Dossi

el origen de la medicina homeopática puede encontrarse en la famosa lanza de Aquiles que hería y sanaba

y que Laclos en “Las relaciones peligrosas” paragona a las flechas de amor

que, como la lanza de Aquiles, llevan consigo el remedio a las heridas que producen

y que el sumo poeta Dante, paragona las palabras de Virgilio que primero lo regaña con aspereza y luego lo conforta, utilizando propiamente la imagen de la lanza del pelida:

Una medesma lingua pria mi morse,

sì che mi tinse l'una e l'altra guancia,

e poi la medicina mi riporse;

così od' io che solea far la lancia

d'Achille e del suo padre esser cagione

prima di trista e poi di buona mancia.

, o la gloria de Colombia, el sumo Vargas Vila el cual hablando de la verdad (él que siempre supo elevarse más allá de las mezquindad de la adulación y del lodo de la mediocridad servil) escribe:

la Verdad, como la lanza de Aquiles, cura las heridas que hace; la Verdad es el alma de la Historia, y se exhala de ella como un perfume.

Héctor no se conmueve en lo absoluto de haber matado a Patroclo, es más, primero lo zahiriere mientras, herido mortalmente está tendido al suelo agonizante:

y blasonando del triunfo, profirió estas palabras: -¡ Patroclo!- sin duda esperabas destruir nuestra ciudad, hacer cautivas a las mujeres troyanas y llevártelas en los bajeles a tu patria tierra ¡ insensato! Los veloces caballos de Héctor vuelan  al combate para defenderlas, y yo, que en manejar la pica sobresalgo entre los belicosos teucros, aparto de los míos  el día de la servidumbre, mientras que a ti te comerán los buitres. ¡ Oh infeliz! Ni Aquiles, con ser valiente, te ha socorrido. Cuando saliste de la nave, donde él se ha quedado, debió de hacer muchas recomendaciones y hablarte de este modo:  “ no vuelvas a las cóncavas naves, caballero Patroclo, antes de haber roto la coraza que envuelve el pecho de Héctor, matador de hombres, teñida en sangre “ así te dijo, sin duda, y tú, o necio, te dejaste persuadir

y después lo depreda de las armas que vestía (y que eran de Aquiles) para ponérselas él mismo9. Además surge una lucha furibunda y muy sangrienta entre los dos ejércitos para apoderarse de su cuerpo, ya que en el Poema, no es todavía afirmada la que después será una ley panelénica; la restitución del cadáver10. Lo que se refiere a Briseida, ( ni aparecen Crises y Criseida, si no equivoco) es inexacto; si el director quería inventar un romance de amor para Aquiles, ¿porqué no hacerlo con Polisena; ( ¿es necesario recordar al sumo poeta Dante que pone al héroe homérico como compañero de los famosos amantes de Rimini?) porqué mostrar Menelao y Ayax  muertos por Héctor, o Agamenón por Briseida? ¿ O Aquiles en Troya durante el saqueo final y París todavía vivo, ( mientras que lo mata Filotetes, y aquí el director podía crear un episodio muy romántico, exhumando la figura de la ninfa Enone y logrando por fin acertar algo) o Eneas como una persona cualquiera (él que era hijo del príncipe Anquises y de la diosa Afrodita, comandante de los Dardanos...11 ) ?

¡Basta! Envolvamos en un manto piadoso la miseria de esta película, emblema de una época mediocre.. más funesta que las lanzas de los griegos ... “ un prieto polvo te mancilla con triste ceniza...”


 

1 Foscolo “I Sepolcri”

2 Un ejemplo desconsolante lo ofreció hace pocos meses un intelectual del calibre de Umberto Eco, el cual en un artículo por el Espresso, citando sin que nadie se lo haya ni siquiera pedido al condotiero Aníbal afirmó, errando clamorosamente ( y con una analogía entre elefantes y mísiles totalmente inapropiada) que :<< Aníbal venció a los romanos en Canne, porque tenía los elefantes, que eran los misíles inteligentes de la época>> y en italiano, el texto original suena así <<Annibale ha vinto i romani a Canne, perché aveva gli elefanti, che erano i missili intelligenti dell´epoca>>

3  en la muralla del primer jirón están todas las figuras matemáticas, más de las que escribieron Euclides y Arquímedes, con su proposición significante. En la parte de afuera, hay todo el mapa de la y después las tablas de cada provincia con los ritos y costumbres y leyes...

4 Foscolo i sepolcri

5 5 Interesante y apropiado este pasaje de la obra de X. De Maistre “Viaje alrededor de mi cuarto”:¡ Ahimé! ¡Es tan raro che la fealdad se reconozca por lo que es y parta el espejo! En vano los espejos se multiplican a nuestro alrededor y reflectan con geométrica exactitud  la luz y la verdad; en el acto mismo en el cual los rayos están por tocar nuestro ojo y nos representan cuales somos, el amor propio introduce su prisma engañador entre nosotros y nuestra imagen y nos pone de frente una divinidad. Y de todos los prismas que existen, desde que salió el primero de las manos del inmortal Newton, ninguno posee una fuerza de refracción tan potente y produce colores tan agradables y vivos  cuanto el prisma del amor propio.

6 Piensen por ejemplo en el triste espectáculo de los monumentos mancillados por los tentáculos de la gentuza irreverente que escribe sus nombres de nada en la piedra de la inmortalidad (desde las Pirámides hasta san Pedro). En la tumba del poeta Keats, se encuentra escrito este epitafio: << hear lies one whose name was written in water>> “ aquí yace uno, cuyo nombre está escrito en el agua”  pero la gente pequeña parece no resignarse a esta ineluctable verdad y reacciona degradando el mundo en lugar de cumplir algo grande.   

7  Apreciable, como obra de la modernidad, el libro de Marion Zimmer Bradley “La Torcia” que trata la guerra de Troya bajo el punto de vista de una weltanschauung ligada a la valorización de la cultura matriarcal y constituye un optimo ejemplo de como sea posible conciliar fructuosamente la creatividad artística con la herencia cultural.

7 No se trata de ser un pedante; claro que hay que mantener la libertad de  salir del espacio ya trazado y proponer otras claves de lectura, como sucede en la ya mencionada obra de M.Z. Bradley o con G. Dillot el cual,  por ejemplo, trata de demostrar ( como otros) que la Odisea de Ulises tuvo lugar en el Atlántico y no el Mediterráneo. Pero la libertad no puede degenerar en abuso y sobre todo necesita fortalecerse con robustas argumentaciones para dar valor a su obra de reinterpretación de lo ya interpretado y mover así la inteligencia.

8 para tener una idea, bastará pensar que la lanza de Héctor era larga casi  cinco metros. Además, me gustaría saber porqué el director, no ha considerado oportuno reproducir el famoso escudo de Aquiles, considerando la larga descripción de Homero, los estudios acerca del mismo y sobre todo la reconstrucción hecha por John Flaxman en el 1821-1822 y que es posible contemplar en Oxford, Ashmolean Museum 

9 interesante el libro “ La morte di Ettore”, a cura di Maria Grazia Ciani, commento di Elisa Avezzú, Marsilio editori

10 sin olvidar que Aquiles no quema en seguida el cuerpo de Patroclo, sino después de matar a Héctor y de degollar a doce prisoneros troyanos (LIBRO XVIII), los cuales son capturados en el libro XXI, durante la inmensa masacre que cumple en las aguas del Escamandro ( episodio que además aparece en la antigua y encantadora tierra de los Etruscos,  en una pintura mural de la “tumba François” en Vulci)

11 “fama super aethera notus” dice de sí mismo, hablando en el primer libro de la Eneida con la madre Afrodita. Además es bastante extraño que París no lo reconozca, siendo que Eneas era el esposo de Creusa, princesa troyana, hija de Príamo y de Hécuba, o sea hermana del mismo Paris.  Aunque, considerando que en un diccionario básico escolar Eneas aparece como “Héroe mitológico griego”...

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